El rincón de Raquel; La vie en Rose (IV). Modelos socio-emocionales
A medida que avanzamos en la sociedad del conocimiento la contradicción se agudiza, pues asistimos a cambios sin precedentes en la historia de la humanidad, por primera vez hay un gran número de personas que crece exponencialmente, que pueden elegir. Y el problema es que por primera vez tendrán que gestionarse a sí mismas sin estar preparadas para ello, pues la mayoría seguimos concibiendo y aplicando un modelo de control en la gestión personal y organizacional propio de la era industrial.
Un modelo basado en el control que suprime el talento y la voz de la persona, por lo que mucha gente que se siente frustrada, descorazonada, menospreciada o insuficientemente valorada en su entorno social, no es el más apropiado para gestionar el paso a una sociedad basada en el desarrollo de las personas y la gestión del conocimiento en todos los ámbitos y planos: humano, organizacional, político y económico.
En esta nueva era del conocimiento “el reto esencial es encontrar la propia voz e inspirar a los demás para que encuentren la suya”, según Stephen Covey en “El 8º Hábito”, donde propone un camino claro y directo para superar la era del control y aprovechar todo el potencial del trabajador del conocimiento.
Para encontrar “la propia voz” es necesario el paso del control de las emociones a la gestión de las capacidades biológicas y psicológicas que permiten al ser humano responder ante los estímulos de manera eficiente, mediante el reconocimiento, evaluación, aceptación y gestión positiva de las emociones.
Sentimientos elaborados en contraposición a emociones primarias; o en términos biológicos: gestión de las emociones desde el cortex, o reacciones emocionales elementales provenientes de la amígdala cerebral, darían lugar a filosofías que promueven diferentes posiciones intelectuales y modelos de sociedad.
El control de las emociones no elaboradas desencadena desconfianza en uno mismo y en los otros y falta de confianza en la vida, pesimismo por falta de autoestima y demagogia por envidia de los otros. En definitiva, conforma la cultura de la escasez que caracteriza el modelo que promueve el liberalismo a ultranza en lo público, y el control de lo privado para que no llegar al otro extremo: el desborde de las emociones por la falta de hábito de tratar con ellas-
El reconocimiento y expresión adecuada de las emociones acostumbra el ejercicio de la libertad, la manifestación de los sentimientos expande las cualidades de las personas y su capacidad para relacionarse satisfactoriamente con los demás. La conciencia de los demás promueve la administración equitativa del bien común y genera una cultura de abundancia, optimismo y confianza en uno mismo, los demás y el futuro.
Un modelo basado en el control que suprime el talento y la voz de la persona, por lo que mucha gente que se siente frustrada, descorazonada, menospreciada o insuficientemente valorada en su entorno social, no es el más apropiado para gestionar el paso a una sociedad basada en el desarrollo de las personas y la gestión del conocimiento en todos los ámbitos y planos: humano, organizacional, político y económico.
En esta nueva era del conocimiento “el reto esencial es encontrar la propia voz e inspirar a los demás para que encuentren la suya”, según Stephen Covey en “El 8º Hábito”, donde propone un camino claro y directo para superar la era del control y aprovechar todo el potencial del trabajador del conocimiento.
Para encontrar “la propia voz” es necesario el paso del control de las emociones a la gestión de las capacidades biológicas y psicológicas que permiten al ser humano responder ante los estímulos de manera eficiente, mediante el reconocimiento, evaluación, aceptación y gestión positiva de las emociones.
Sentimientos elaborados en contraposición a emociones primarias; o en términos biológicos: gestión de las emociones desde el cortex, o reacciones emocionales elementales provenientes de la amígdala cerebral, darían lugar a filosofías que promueven diferentes posiciones intelectuales y modelos de sociedad.
El control de las emociones no elaboradas desencadena desconfianza en uno mismo y en los otros y falta de confianza en la vida, pesimismo por falta de autoestima y demagogia por envidia de los otros. En definitiva, conforma la cultura de la escasez que caracteriza el modelo que promueve el liberalismo a ultranza en lo público, y el control de lo privado para que no llegar al otro extremo: el desborde de las emociones por la falta de hábito de tratar con ellas-
El reconocimiento y expresión adecuada de las emociones acostumbra el ejercicio de la libertad, la manifestación de los sentimientos expande las cualidades de las personas y su capacidad para relacionarse satisfactoriamente con los demás. La conciencia de los demás promueve la administración equitativa del bien común y genera una cultura de abundancia, optimismo y confianza en uno mismo, los demás y el futuro.
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