El rincón de Raquel: La vie en rose (III). El control de las emociones y sus consecuencias sociales

La organización social creada desde el espíritu cívico rechaza y reprime la violencia: la reacción emocional primaria agresiva ante estímulos de peligro real o imaginado. En ámbitos sociológicos ligados a comportamientos antisociales se considera más primitivo el sujeto cuanto más violenta es su reacción ante la frustración o el fracaso, cuanto más incapaz es de usar los lóbulos prefrontales para evaluar y medir sus reacciones y responder con otras habilidades más sofisticadas de las que dispone el hombre evolucionado.

Siendo éstos los parámetros culturales y sociales, sin embargo subyace en el inconsciente colectivo un atavismo profundo y permanente de transgredir las normas y costumbres civilizadas y dejar correr libres los instintos que desencadenan las emociones más elementales, algo parecido al impulso de los bebés por quitarse los pañales.

Esto sucede porque el paradigma clásico occidental establece que el camino es el control de las emociones a través del pensamiento racional, anulándolas de raíz por bloqueo del reconocimiento y expresión de las mismas. Evidentemente toda represión está generando un deseo de la misma intensidad en sentido contrario, que si no se da salida, provocará serios desajustes en el sistema, entre otros, la castración de aspectos fundamentales del genio humano.

En ésta dicotomía está la razón de que en el mundo actual de la sociedad del bienestar se den simultáneamente situaciones de barbarie absoluta, y de que, incluso en el mismo ámbito del bienestar, convivan modelos y movimientos sociales en permanente confrontación.

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