Boris Vian, navegante del mundo (III)

El mismo que narraba el comportamiento de campesinas ninfómanas, de sacerdotes boxeadores, de caballos crucificados, de detectives de pacotilla enfrentados a bandas de lesbianas, de deportistas que se niegan a perder la virginidad o de una feria de compraventa de ancianos, deleitó con su escritura algunos de los momentos literarios más diversos, brillantes y controvertidos del pasado siglo, donde la imaginación y los entornos rebasan caminos sinuosos y complementarios, en un mundo insólito e innovador repleto de personajes, víctimas y verdugos, contrapuestos ideológica y psicológicamente en una encrucijada patafísica donde realidad y ficción diseñan las personalidades de los protagonistas, que muestran a la perfección el enmarañado universo vianesco.

"Escupiré sobre vuestra tumba", "La espuma de los días", "El arrancacorazones", "El otoño en Pekín", "Que se mueran los feos", "La hierba roja", "Con las mujeres no hay manera" o "Todos los muertos tienen la misma piel", son algunas de esas obras inevitables para conocer a la persona que en dos años (1946-1947) concibió seis de sus novelas a un ritmo fulminante difícil de entender y comprender, e inalcanzable para la mayoría de sus coetáneos. A pesar de que sus primeros escritos consumados no los realiza hasta los veintitrés años, su vida es una actividad frenética desde la niñez, difícil de concebir, una carrera de velocidad con apenas restricciones.


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