Las dos Españas ya no son lo que eran

Hace pocos días una amiga volvía a Bogotá después de pasar doce años entre nosotros. Era profesora en una de nuestras universidades, buena parte de su formación la ha adquirido aquí, habíamos compartido horas hablando sobre gestión cultural, Colombia, España... No podía soportar las condiciones laborales y sobre todo ver el desánimo de un país en continua descomposición por culpa de un Gobierno que se le llena la boca con la palabra España mientras expulsa a muchas de sus personas más valiosas, incapaz de impedir la fuga de capitales que en el primer semestre se elevó a 219.000 millones de euros, extraña manera de querer a un país.
Un tuit de la presentadora Berta Collado me llama la atención, ojeo su blog donde una entrada “Salvajes” comienza así “Hace un momento hablaba por teléfono con un amigo que se dedica al mundo del cine y me decía: Berta, me marcho a México, me doy de plazo seis meses, nos están echando del país, abiertamente”. Andrés Ortega en El País escribe sobre la desmoralización de España, “Los españoles están desmoralizados, viven una crisis de autoestima” da su visión y concluye “La desmoralización deriva también de que los ciudadanos sienten que las grandes decisiones sobre España se toman fuera y tampoco ven que la solución pueda venir de fuera. La crisis de liderazgo en España se enmarca en una crisis de liderazgo en Europa”.
El Ayuntamiento que preside Ana Botella presenta el PECAM (Plan Estratégico de la Cultura del Ayuntamiento de Madrid). Al día siguiente elimina los recursos culturales para los distritos madrileños, los de proximidad, días más tarde despide al director de la Cineteca Municipal responsable de uno de los festivales con más prestigio de la ciudad, Documenta Madrid. Buenas palabras, buenas intenciones que nada tienen que ver con la realidad de una ciudad, de un país, donde la cultura se intenta reducir al entretenimiento, al ocio fácil castigando la creación, el emprendimiento, la industria con el IVA cultural más elevado de Europa que motiva que el presidente de la Junta de Extremadura, el popular José Antonio Monago, se rebele con un discurso populista en el día de su Comunidad, promoviendo una reacción en cadena de sus compañeros ante su idea de compensar la subida con una serie de medidas.
En el mencionado documento municipal madrileño se califica como movimiento social-cultural al 15M, ya se hizo en la presentación de la candidatura olímpica de la capital, “el 15M ha llevado a cabo protestas de carácter pacífico que han estado siempre bajo el control y el acatamiento a la legislación que regula y garantiza el derecho a la libertad de expresión y de reunión”. Poco tiene que ver con la calificación de extrema izquierda radical realizada por otros miembros del PP o por las acciones de la Delegada del Gobierno en Madrid, ”tenemos localizado un grupo de entre ochocientas y mil y pico de personas que están en todo”, vuelta a las listas negras de un pasado no tan lejano. El movimiento convoca una concentración en la sede de la UE con motivo de la visita de la canciller Angela Merkel, la policía identifica a los que acuden en metro. Muchos recibirán sanciones como mínimo de 300 euros; extraña manera de tratar a personas que acatan la legislación. Represión policial-económica como forma de intimidación.
En estos días volvemos a comprobar que las dos Españas existen, no las de siempre progresistas-conservadores. Una que quiere decidir un futuro colectiva y democráticamente, otra que se resigna a aceptar una situación que no ha creado sin posibilidad de cambiar, incapaz de enfrentarse a movimientos autoritarios como los actuales. La relación entre la cultura emprendedora-colaborativa y los movimientos sociales es cada vez más evidente, un cambio que supondrá un avance real pese a los esfuerzos gubernamentales por ahogarlo, impedirlo, silenciarlo y reprimirlo.

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