Ay pena, penita, pena




Domingo 3 de julio Plaza de los Carros. En el Barrio de Los Austrias en Madrid echan a andar las Plazas de la Cultura, surgidas de la Asamblea Popular de la zona, cuyo germen es el 15-M. 10 de la mañana. Una treintena de voluntarios prepararan las plazas “tomadas”. “Plaza de la música”, “Plaza de la Poesía”, “Plaza del Teatro”, “Plaza Audiovisuales”, “Plaza de las Plásticas”, “Plaza del Trueque” y la “Plaza de la Información”. El objetivo mostrar y compartir la cultura como derecho colectivo. Sin acabar de montar la escenografía de la plaza poético-musical la policía municipal impone desmantelar parte de lo realizado. Exigen retirar media docena de globos atados a bancos, papeleras y a algún árbol. Los activistas culturales piden la ordenanza donde se especifique los motivos de la prohibición que evidentemente no aparece. A escasos metros unos cuantos pasados de tuerca entonan cantos desenfrenados, mientras otros intentan dormir una monumental cogorza fruto de una noche apasionante de “orgullo” o quizás una simple fiesta inacabada. A estos ciudadanos la policía no se dirige en ningún momento, aunque están ocupando parte de la vía urbana.

Desde las doce de la mañana hasta la cinco de la tarde se producen todo tipo de actividades absolutamente desinteresadas. Artistas conocidos, con otros que lo son menos, junto a vecinos anónimos, mostrando creaciones propias o ajenas en un ejemplo de diversidad desconocida en el barrio. En paralelo dos pequeñas charlas. Una sobre la intención del Gobierno de Esperanza Aguirre de privatizar el Canal de Isabel II, la otra sobre la salida islandesa a la crisis. El colofón unas cincuenta personas acaban comiendo en un lugar próximo. Aporta cada lo que considera oportuno. El bote recaudado el día anterior en la asamblea semanal apenas es utilizado. Es el momento de los comentarios. Los intercambios de cds, libros, dvds… en el singular trueque cultural, o la propuesta de creación de un Banco de Tiempo. Se intuye una reinvención del espacio público y del sentido de la creación. Gente muy joven e ilustres veteranos como Antonio, que a sus ochenta años se ha encargado del taller de grabado, o Clara, la joanbaez madrileña, que a finales de los sesenta grabó su primer disco. O Alicia la presidenta y única integrante de la asociación de artistas transexuales.

Horas antes en territorios próximos se ha producido una redada en la sede de la SGAE, con la detención y posterior declaración ante la Audiencia Nacional de parte de su Junta Directiva. También se ha presentado un nuevo manifiesto de creadores y artistas, ¿y van? llamando a la reconstrucción de la izquierda. La mayoría de los participantes en este acto han apoyado sin fisuras todas las propuestas y normas promovidas por los que ahora están siendo investigados. Pretender regenerar la vida pública y económica es más que deseable. No es creíble cuando sus impulsores no han querido nunca ver, ni escuchar, a los que denunciaban los privilegios que unos pocos han conseguido amparados por normas y leyes promovidas por las grandes industrias del entretenimiento y el ocio, generando importantes dividendos que podían dar paso a actividades poco transparentes y en algunas ocasiones especulativas. No solo no han querido verlo, sino que han apoyado la criminalización aquellos que denunciaban normas y comportamientos que podrían atentar contra derechos fundamentales.

Lo acontecido este fin de semana en Madrid pone de manifiesto que la cultura oficial está lejos de la realidad. Situación alarmante. Si no logra percibir lo que acontece es porque está exclusivamente pendiente de sí misma. Será la muerte definitiva, claudicando ante la industria.

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