Dios salve a Malcom McLaren

“De todas las personas que participaron en el nacimiento del movimiento punk, de entre todos los que sabíamos lo que estábamos haciendo y teníamos una idea clara de la clase de subversión en la que trabajábamos, no recuerdo a nadie que fuera músico”

Malcom McLaren

Nos dejó uno de los responsables del cambio cultural, y social, producido en las tres últimas décadas del anterior siglo. Seguramente sin su presencia la música, el diseño y la cultura hubieran transcurrido por otros caminos.

Entendió perfectamente el sin sentido del capitalismo, creó antihéroes, denunció el consumo masivo y desmedido y se enfrentó a la sociedad burguesa, acomodada y acomplejada de la Inglaterra de los setenta. Fue uno de los impulsores y continuador de las ideas situacionistas que promovieron el Mayo francés, difundiendo las obras de su principal ideólogo Guy Debord. En 1967, incitaba a la quema de la bandera de Estados Unidos en la embajada de este país en Londres, como rechazo a la guerra de Vietnam, siendo detenido por ello. Fue el estudiante de bellas artes que tras fracasar en su intento de abrir una librería política montó, con su compañera Vivianne Westwood, una tienda en King’s Road que cambiaría el sentido de la moda.

El manager de The New York Dolls, Sex Pistols o Bow Wow Wow, el organizador de conciertos que reventaba la policía, el amigo del manager de The Clash, el tipo listo que se enriqueció a costa de la música, fue mucho más que todo lo anterior. Fue un activista cultural y por lo tanto político. La mayoría de las noticias siempre olvidan su compromiso y acción colectiva quedándose solo en la musical, que la mayoría de las veces se muestra como algo exótico, próximo al gamberrismo y un aprovechado del trabajo ajeno.

Aquel punk, quizás, nunca fue revolucionario como el de los Crass, pero sin duda llegó a un público que se reflejó en un movimiento para trabajar por otro mundo, engrosando en la lista de los grandes fracasos del pasado siglo, otro más.

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