Womex (I)

En el último número de Cambio 16, publico mi vesión sobre el Womex, la Fería de Músicas del Mundo que ha tenido recientemente lugar en Sevilla, cuyo contenido reproduzco.



WOMEX ¿un encuentro musical?



El pasado 2 de noviembre, en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla (FIBES) se clausuraba la XIV Edición del Womex, la más importante feria internacional sobre las músicas del mundo. A la misma han acudido cerca de dos mil quinientos delegados de los cinco continentes, de los que cerca de cuatrocientos éramos españoles. Un número más que significativo ya que en otras ferias musicales recientemente celebradas en Europa, la presencia ha ido decayendo, aunque los datos no se pueden equiparar ya que estas últimas se dedicaban a otros géneros musicales, esencialmente pop y rock.

Las razones de tan importante asistencia pueden ser varias, según quien te lo explique te dará una versión u otra. Unos la achacan a un presunto agotamiento de la música pop, donde no hay artistas realmente emergentes capaces de generar nuevas expectativas de negocio, lo que ha traído consigo que muchos de los promotores de este género intenten encontrar nuevos caminos en las llamadas músicas del mundo. Estos nuevos agregados acaban de descubrir que las músicas son cada vez más globales y todas se relacionan.

Para otros el Womex es un encuentro donde se dan cita fundamentales promotores de música en directo, con una presencia reducida de discográficas, mientras que en otras ferias estas últimas tienen mucho más peso, por tanto la crisis del sector y la difusión de la música grabada a través de nuevos formatos digitales ha traído consigo que muchas desaparezcan o se transformen radicalmente para adaptarse a los nuevos tiempos tecnológicos, no teniendo la necesidad de acudir a este tipo de encuentros. Por último están los que manifiestan que éste es un punto de encuentro igual de importante que otros, pero Sevilla tiene un atractivo que no poseen otros lugares.

Womex tuvo su arranque en Alemania, a mediados de los 90, se ha celebrado cuatro años en la capital andaluza, a la que sucederá Copenhague el próximo año. Durante cinco días se han realizado coloquios, debates, programas especiales en medios de comunicación, pase de películas y, sobre todo, conciertos. Estos son su base original, pero en los últimos años aquella filosofía se ha ido disolviendo convirtiéndose en un modelo comercial para beneficio casi exclusivos de sus organizadores y de los más próximos que buscan exclusivamente cierta rentabilidad inmediata.

Las condiciones impuestas para poder actuar hacen imposible que las propuestas más emergentes tengan cabida. Los grupos elegidos actúan sin recibir ningún tipo de remuneración teniendo que asumir todos los gastos de desplazamientos, hoteles, dietas,… lo que hace que sólo aquellos que tengan un buen respaldo económico, discográfico o institucional pueden tener opciones reales para participar. Condiciones casi imposibles para los más jóvenes e independientes, en nuestra órbita, y prácticamente imposible para aquellos que proceden de países carentes de recursos, cuyos artistas sólo pueden acudir con el mecenazgo de alguien, normalmente una potente industria cultural. Para ser seleccionado hay que inscribirse previamente pasando, por supuesto, por caja. La cantidad abonada, si el grupo no es escogido, no sólo no se devuelve si no que, si nos estas pendiente, te vuelven a quitar una cuantía similar para la preselección de la edición siguiente, sin que nadie consulte al artista si le interesa volver a intentarlo.

Lo anterior ha llevado a que calidad y nivel artístico cada año vaya bajando de manera considerable. Bastantes responsables de festivales, los más interesados en ver nuevos artistas para sus programaciones, acuden a la feria para encontrarse con sus compañeros de profesión pasando olímpicamente de las actuaciones, nada tiene de extraño este procedimiento. Cuando un profesional de cualquier otra rama económica acude a una feria internacional, lo hace para conocer las últimas novedades, no para encontrarse con propuestas que llevan años en el mercado. A la imposibilidad de ver algo innovador hay que añadir las pésimas condiciones técnicas que suelen encontrarse los artistas, lo que impide mostrar su trabajo con garantías, después de los esfuerzos realizados para poder hacerlo. El público asistente se siente defraudado por las deficiencias técnicas, sobre todo los profesionales que saben percibir perfectamente ese tipo de carencias. La situación llega a límites de desfachatez cuando un grupo realiza proyecciones de imágenes, que suelen estar siempre adulteradas con la proyección permanente del logotipo de la feria de fondo, que se podría apagar con sólo apretar un botón y la voluntad por hacer bien el trabajo.

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