Algunos apuntes sobre el quincemayismo
El pasado día 29 con motivo de la huelga general acudimos a una de las manifestaciones convocadas por las organizaciones minoritarias. Quedamos muy sorprendidos. Asistencia masiva y sentimiento unitario difícil de creer dadas las divergencias significativas entre algunas de las asociaciones presentes. Los grupos de las asambleas de barrios, sin banderas de ningún tipo, fueron los más concurridos y amenos. Sin consignas previas y dando rienda suelta a la imaginación. La llegada a la madrileña Puerta del Sol fue electrizante. Se notaba, estaba presente, el espíritu quincemayista.
Algo está cambiando. Evitar su difusión no quiere decir que no exista. Reducir esa jornada a un conflicto de orden público es una simplicidad que pone en evidencia a quien lo promueve. Como lo es el no informar sobre la cantidad de acciones realizadas en diferentes escenarios durante ese día y los anteriores relacionados con la huelga general, u ocultar las medidas intimidatorias cumplidas por las fuerzas de seguridad en diferentes barrios y plazas.
Discusión, información, contraste y participación antes de actuar, son quizás la diferencia con otras movilizaciones. Debate horizontal fomentando la complicidad, aunque existan divergencias con lo mayoritariamente aprobado. Experiencia democrática que puede caer, igual que se ha puesto en pie, si grupos organizados y coordinados intentan sacar adelante sus propuestas obviando o silenciando las más autónomas, centrar el debate en un discurso descalificador casi idéntico al del Gobierno y sus portavoces mediáticos o simplemente en disputas personales. No se debería caer en la dinámica de que cualquier acto violento, por pequeño que sea, es justificable dado que el Estado siempre es mucho más contundente. La reforma que equiparará vandalismo con terrorismo puede encender una hoguera, que si no se ataja de raíz contribuirá a criminalizar cualquier movimiento autónomo. No hay que tener la más mínima duda que es uno de los objetivos pretendidos con dicha reforma.
Ante una acción represiva, a veces análoga a una especie de guerra de baja intensidad, más que a un problema de orden público, la utilización de herramientas tecnopolíticas menospreciadas desde el poder por ignorancia, descrédito o desinterés, son un ejemplo al que se deben unir propuestas de desobediencia civil; la amnistía fiscal abre diversas posibilidades y reivindicaciones pacíficas. Caminos que deben evitar caer en provocaciones y descalificaciones fácilmente manipulables. Como bien señala José Luis Sampedro "No tenéis derecho a recurrir a la violencia, porque tenéis la razón y el futuro".
Michael Hardt y Toni Negri comentan en Multitud, que los movimientos democráticos europeos más radicales aprendieron de sus homónimos americanos, especialmente de los zapatistas, a realizar proyectos coherentes con métodos de desobediencia civil y protestas pacíficas. Los Monos Blancos italianos son un ejemplo de ello. Se catalogaban de izquierdas sin vinculación con ninguna organización. Cambiaron los monos azules típico de los trabajadores por el blanco símbolo de un nuevo proletariado. Dieron coherencia política a los movimientos no organizados. Defendían a los manifestantes de las cargas policiales y los apartaban de acciones violentas promoviendo acciones directas lúdicas e irónicas. Su manera de organización en red fue el embrión de muchos movimientos actuales.
En la actualidad organización, acción, intelecto colectivo y tecnología son precisos para seguir desarrollando y creando experiencias que permitan contactar con los sentimientos de buena parte de la población maltratada por mercados y gobernantes. Descentralización y participación, ejes de cualquier intervención, para garantizar que el movimiento siga siendo inclusivo, buscando lo que une y desterrando lo que aparta.
Se han dado pasos significativos modificando agendas y comportamientos. No se trata de retroceder, al contrario. Avanzar y profundizar en las líneas emprendidas, que han generado esperanza e ilusión en una parte de la sociedad que había huido de lo público y de la participación. Sinergia social que ha traspasado fronteras y que no debería sucumbir por intereses sectarios, concretos o coyunturales.
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