Libia no es Egipto ni Túnez por Abdelbari Atuán

Artículo publicado por Abdelbari Atuán en Al Ouds al Arabi, traducido por Al Fanar Traductores.

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Diez horas después del discurso pronunciado por Saif al Islam Gaddafi en el que amenazaba con matar a miles de ciudadanos, los aviones militares comenzaron a bombardear a los revolucionarios libios en Trípoli, Bengazi y otras ciudades libias, amparados por un control mediático total, el corte de todos los medios de comunicación y de las telecomunicaciones y un silencio internacional vergonzoso.

El indefenso pueblo libio está siendo objeto de una verdadera masacre siendo atacados con tanques, aviones, milicias y un grupo de mercenarios llegados de países africanos para hacer frente a los manifestantes después de que la mayoría de las tribus se hayan posicionado del lado de la revolución, tal como han hecho muchas unidades del Ejército y de las fuerzas de seguridad. El régimen se ha quedado solo, sin amigos ni aliados en el país, excepto contadas excepciones.

Ayer me pasé el día viendo la televisión estatal para intentar formarme una imagen de la situación del régimen y de la naturaleza de su discurso mediático. El resultado fue lamentable: los presentadores estaban confusos y las cámaras hacían por retransmitir imágenes de decenas de manifestantes que levantaban fotos del líder libio y sus banderas verdes.

La forma en la que Saif al Islam pronunció su discurso fue más significativa que la televisión oficial. El hijo apareció despistado jugando la baza de la guerra civil, calificando a los revolucionarios de su país de delincuentes y drogadictos y amenazando con desarticular el país y utilizar el arma de las tribus para defender un régimen que va directo al colapso, de una manera vergonzosa, a empujones del pueblo.

No sabemos qué le da derecho a Saif al Islam a dirigirse de esa manera a su pueblo. El padre, Muammar al Gaddafi, lleva veinte años repitiendo que él no tiene ningún poder presidencial ni gubernamental y que el poder está todo en manos del pueblo. Si el padre dice que no tiene poderes, ¿qué poderes permiten al hijo amenazar al país con devolverlo a la Edad de Piedra y asegurar que combatirá hasta el último hombre, la última mujer y la última bala?

Libia no se dividirá en «emiratos islamistas» como amenaza el ingeniero Saif al Islam, tampoco se desarticulará en pequeños estados. Sus hijos revolucionarios en diferentes ciudades, desde Tobruq al este hasta Zuwara al oeste, quieren sacar a Libia de la Edad de Piedra en la que está viviendo para llevarla a la edad de la civilización, a la democracia, los derechos humanos, la justicia social y el reparto justo de las riquezas conforme a un plan práctico y moderno que la coloque en el lugar que merece.

Nos hubiera gustado que el ingeniero Saif al Islam, que ha desperdiciado los últimos años frecuentando capitales de Occidente, hubiera utilizado un lenguaje civilizado con el pueblo libio: lamentarse por la caída de centenares de mártires, porque al fin y al cabo son hijos de Libia, o que hubiese hecho un llamamiento al sentido común y no las armas, pero lamentablemente no ha sido así.

Que el régimen libio recurra a las tropas de mercenarios para defender su presencia en el poder no es algo novedoso. En los años ochenta echó mano también de esos mercenarios cuando tropas de Chad a bordo de coches Toyota ocuparon una base aérea libia cerca de Sabha, sin ninguna resistencia, y por una simple razón: los soldados que estaban en la base no tenían armas y los que llevaban armas no tenían munición, porque el régimen tenía miedo de que el Ejército diera un golpe de Estado.

El pueblo libio se merece la libertad después de más de cuarenta años sometido a un gobierno dictatorial que le ha privado de sus derechos más básicos y ha convertido el país en un campo de pruebas para todo tipo de teorías políticas contradictorias, desde el socialismo y los comités revolucionarios hasta el capitalismo. Todos estos sistemas tenían un punto común: la corrupción.

Las dimisiones masivas de importantes responsables del país, como la del ministro de Justicia, Mustafa Abdelyalil, corroboran la autenticidad del pueblo libio y su rechazo a la opresión. Así lo demuestra su valor a la hora de hacer frente a un régimen prepotente. ¿Cómo podría seguir el ministro de Justicia en su cargo ante la grave falta de justicia y la caída de centenares de mártires como consecuencia de las balas reales y los proyectiles anticarro?

El mundo entero debe intervenir lo antes posible para salvar a los inocentes libios del baño de sangre provocado por el régimen y los asesinatos que se cometen en su contra a plena luz del día, lejos de las cámaras y los medios de comunicación alternativos. De la misma manera que el mundo intervino para frenar las masacres en Ruanda, impuso la tutela sobre las zonas kurdas del norte de Iraq y envió fuerzas para evitar que se derramara sangre en Darfur, ahora está llamado a intervenir en las diferentes ciudades libias.

Sí, Libia no es Egipto ni Túnez, es la única frase en la que estoy de acuerdo con Saif al Islam Gaddafi. Libia es muchísimo peor. En el Egipto de Mubarak y en el Túnez de Ben Ali había infraestructuras, hospitales y universidades, instituciones y un Estado, una red de carreteras públicas, prensa y televisiones privadas aunque fueran propiedad del séquito del régimen, pero todas estas cosas, y otras más, o no existen en la Libia gobernada por Gaddafi o se encuentran en un estado lamentable.

Dado que la situación en Libia es peor y que su pueblo sufre terriblemente bajo el dominio de este régimen dictatorial y opresor, el porcentaje del éxito de la revolución es seguramente elevado… El pueblo libio ha tenido mucha paciencia y ha soportado mucho sufrimiento, pero una vez ha decidido hacer la revolución no parará hasta cumplir sus objetivos. La revolución de los pueblos tunecino y egipcio triunfó, al final la revolución del pueblo libio también triunfará porque es una revolución auténtica contra una revolución que solo tiene el nombre.

El pueblo libio, que acabó con el opresor colonialismo italiano, derrocará también a los que quieren humillarlo, despreciar su dignidad y despilfarrar sus riquezas. El momento del final es inminente, está muy cerca.

El líder libio, que pidió a su pueblo que saliera a África y al Nilo donde hay agua, zonas verdes y riquezas, ¿por qué no se aplica primero él sus consejos y decide exiliarse a cualquier país africano que acepte acogerlo con su familia para evitar que se derrame sangre y para salvaguardar esa Libia sobre cuyo amor y fidelidad tanto habla?

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