Festival L'Boulevard: el espíritu libre de Marruecos
El pasado 11 de mayo la nube de cenizas del volcán islandés Eyjafjalla, obligó a cerrar durante unas horas varios aeropuertos del sur del país y algunos marroquíes, incluido el de Casablanca. Un día después hay cierta inquietud en la T4 madrileña llena de colores rojiblancos, camino de Hamburgo a la final de la Europa League. Por fortuna nuestro vuelo sólo sale con cierto retraso, tampoco mucho, lo que nos permite seguir el debate parlamentario a través de la red social Twitter, donde el Presidente del Gobierno anuncia su programa de recortes para intentar menguar el déficit patrio. Era la primera vez que seguía un debate político en La Red. Fue muy gratificante leer en el mismo saco las opiniones de expertos, interesados, manipuladores y personas que sólo pretendían expresar de la mejor manera su opinión sobre los nuevos caminos por donde iba a caminar el país.
La experiencia sirvió para percibir que los nuevos instrumentos de comunicación que periodistas, analistas, comentaristas y dirigentes políticos están utilizando con habilidad y destreza, desde hace años, son práctica habitual de muchos agentes culturales, especialmente los musicales. Muchos artistas antes de acabar su obra la muestran a sus seguidores para contrastar opiniones, recibir sugerencias y percibir sensaciones. En la gestión esta práctica es innegable. La creación de redes en forma de tela de araña posiciona a un buen número de animadores y dinamizadores en cada proyecto. Múltiples agentes anónimos, de manera individual y colectiva, hacen suyo un propósito con el objetivo de impulsarlo y permitir su desarrollo.
El trabajo en Red ha debido ser uno de los causantes de que L’Boulevard, el festival independiente por excelencia de Marruecos y de África tras realizar once ediciones, se haya convertido en una referencia indudable no sólo en el continente, sino también en toda Europa. De hecho es el único certamen cultural de importancia en Marruecos que no se presenta con el encabezamiento de “Bajo el patrocinio de Su Majestad el Rey Mohamed VI”, aunque es evidente que sin la aquiescencia de la Casa Real hubiera sucumbido hace tiempo. La profesionalidad demostrada y una programación nada convencional, han conseguido impulsarlo a la cumbre de los eventos musicales y sobrevivir a todo de tipo de presiones, vaivenes políticos y ataques permanentes desde las instituciones más retrógradas de país. La presencia cada vez más importante de medios de comunicación, responsables de festivales y promotores europeos, refleja su fortaleza.
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