Trileros profesionales


Llegamos a mayo con una realidad sociopolítica que nos deja más frío que las temperaturas de los últimos días del mes de abril. Los datos económicos reflejan el espíritu de un país asqueado de mentiras, de falsas promesas, de ilusiones imposibles. Inutilidad manifiesta de unos gobernantes que desprecian y criminalizan cualquier comportamiento crítico. De políticos incapaces de conectar con la sociedad. De un mundo cultural mayoritariamente anclado en tópicos arcaicos, defendiendo lo que sólo se atreven a realizar aquellos que tienen intereses muy concretos, con el objetivo preservar privilegios excluyentes.

Sociedad de palabras huecas, vacías de contenido, aniquiladoras de talento, de esfuerzos fruto de experiencias y situaciones comunes. Dirigentes luchando para liderar un genocidio colectivo, con propuestas que sólo benefician al 1% de la población, mientras el 99% restante intenta poner las bases para vivir de manera diferente. La sociedad del espectáculo se tambalea, el consumo deja de ser la guía de las vidas. Decrecimiento para desarrollar situaciones imposibles cuando la vida es regida por marcas comerciales, económicas o políticas.

Cuando el embuste se convierte en el centro de la acción política. Cuando no se toma en consideración ninguna iniciativa popular, cuando se califica de ‘terrorista’ y ‘nazi’ a la sociedad más activa. Cuando se recurre a la innovación y al emprendimiento como recetas salvadoras, mientras se recorta en investigación o los autónomos son los que soportan las cargas fiscales más injustas, teniendo la obligación de abonar a la Seguridad Social desde el primer mes una cuota de mínimo 255 €, factures o no factures, mientras que en Francia el primer año es libre y el resto 49 €, en Inglaterra pagas según facturas o en Alemania 149 € al mes. Cuando se recortan servicios y derechos y se privilegia a grandes empresas, a la iglesia o la industria armamentística, mientras la credibilidad en el sistema bancario cae en picado, obligados a realizar campañas de marketing para recuperar clientes (Bankia, Banco de Sabadell, La Caixa, Unnim, NovaGalicia o Catalunya Caixa) sin asumir ninguna responsabilidad por la situación creada, es evidente que no gobierna la cordura, sino la sinrazón, la rapiña, el amiguismo. Agraciada comunión económica-religiosa-política que nada tiene que ver con una sociedad democrática en el siglo XXI.

Cambiar el mundo colectivamente, de manera horizontal, en redes, no deben ser sólo palabras. Desobediencia civil, desobediencia económica tampoco. La sociedad no debe pagar aquello que no ha causado. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, guía de las constituciones democráticas, en su artículo 35 manifestaba: “Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo la insurrección es para el pueblo, y para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus deberes”. Rebelón civil, insurrección pacífica, herramientas ante la violencia del Estado incapaz de garantizar una vida digna a la mayoría de la población.

Trileros profesionales jugando con vidas, esperanzas, ilusiones. Sus comportamientos abren las puertas a la insumisión, a nuevas fórmulas para vivir mejor individual y colectivamente. Incapaces de comprender que el poder no interesa, lo que importa es el mundo, pero es posible que no se pueda lograr si no se accede al poder, o ¿quizás si?

En este mayo global que acaba de comenzar, las ágoras ciudadanas se nutrirán de propuestas y energías, antídotos contra la desmotivación promovida por una forma de dirigir la sociedad sin sentido ni razón de ser. 

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