Tiempos de ciberpolítica. “Cultura es el aprovechamiento social del conocimiento” (Gabriel García Márquez)

El pasado día 21 tras una reunión cerca de la Cibeles madrileña me encuentro un amigo que lleva años vinculado a la política que asesora a empresas como Telefónica. El lugar es próximo al Congreso de los Diputados. No viene del debate de la llamada Ley Sinde, pero aprovecha para comentar que la manifestación de protesta convocada por los que se oponen ha sido un fracaso, ya que no había nadie en la puerta de la Cámara de representantes.

Su comentario muestra la ceguera en la que parece que está envuelta nuestra clase política. Siguen sin comprender. Si la mala gestión de los atentados del 11-M trajo consigo un vuelco electoral ¿qué puede ocurrir en la actualidad con ciudadanos, militantes conscientes activos en redes sociales que en 2004 no existían? La acción política de mitin, manifestación y concentración ha pasado a la historia. Ciberactivismo es movilización y denuncia de comportamientos poco transparentes. Ese día de debate, las llamadas telefónicas a las señorías de la Comisión de Economía fueron de coste casi cero, igual que los correos electrónicos que inundaban sus ordenadores. La transformación es evidente, ¿a qué espera la clase política para subirse a la innovación?

Es inexplicable que un tema de tal complejidad se camufle en una ley que pretende cambiar el modelo económico. Las presiones de los grandes loobies han salido a la luz. El intervencionismo de EE UU es parte de una estrategia estudiada conscientemente de que el liderazgo mundial no vendrá por las armas, sino por el control ideológico. A la cabeza de la maniobra las industrias del entretenimiento. Si fueran ciertos sus buenos propósitos habrían actuado alguna vez contra los que se apoderan y expolian el patrimonio cultural ajeno, especialmente el de los países y autores del llamado tercer mundo.

Han conseguido un objetivo inesperado. La ciudadanía comienza a cuestionar a creadores y artistas. No es justo. Que todos tienen derecho a recibir una remuneración por su obra nadie lo discute pero para ello tiene que buscar la forma de comercializarla, es la lógica del capitalismo. No por ser creador tienes que recibir una prestación económica. La misma se recibe por un trabajo, no por una creación. Que los ciudadanos tienen derecho a acceder a la cultura, tampoco es discutible. Se trata de definir un nuevo escenario donde todos puedan convivir sin imposiciones. Ha ocurrido en otros sectores industriales. Si entienden la cultura solo como negocio, tienen que ser capaces de generar un nuevo modelo que no perjudique a los que creen que la cultura es un derecho fundamental. Su comportamiento ha enfrentado cultura con ciudadanía y eso es inadmisible. Deberían leer a Gabriel García Márquez: “Cultura es el aprovechamiento social del conocimiento”.

La industria cultural es víctima de su propio espíritu depredador. Tiene que cambiar su forma de entender el negocio. En la música los engaños han sido permanentes. Los directores de las compañías decidían quien podía grabar y quién no, con criterios absolutamente subjetivos, donde muchas veces prevalecía el amiguismo. Obligaron a las tiendas reconvertirse para dejar de vender vinilos, que paradojamente costaban menos que los cds, aunque la producción, distribución y comercialización de estos fuera mucho más económica. Jugaron con los derechos del autor a su antojo y capricho. Plagiaron a autores de países en desarrollo. Recaudaron dinero por sus obras sin que estos hayan recibido ni un euro de lo recaudado. Destrozaron la música clásica sin ningún rubor ¿Qué pasaría si alguien fuera al Museo Reina Sofía e intentara modificar un Picasso o un Dalí? Unificaron compañías en tiempos de bonanza para aumentar los beneficios. No les importó despedir a trabajadores y reducir el catálogo de artistas nacionales. Presumían de ello en las páginas salmón de la prensa dominical. Las tiendas pequeñas desaparecieron por las presiones de las majors de la distribución y no por internet. Nunca las defendieron ni a sus trabajadores ¿Cuántas industrias musicales con capital nacional realmente quedan? ¿Qué se esconde tras el tipo de negocio que se está apoyando? ¿Defendemos nuestra creación o la que emana de las multinacionales del ocio y del entretenimiento, establecidas en USA y Japón con cuentas en paraísos fiscales? ¿No son las mismas corporaciones que se niegan a que se promulguen leyes que beneficien el cine y la música europea? Son los mismos que se oponen a la diversidad y excepción cultural amparándose en las directrices de la OMC (Organización Mundial del Comercio).

Comentan que se cierran videoclubs. Es verdad. Como también se cerraron las pequeñas vaquerías cuando se comercializó industrialmente la distribución de la leche o desaparecieron los carruajes cuando comenzó a desarrollarse el automóvil. Aunque es duro hay que reconvertirse como hicieron otros sectores; astilleros, minería, construcción… Guste o no es la lógica del desarrollismo capitalista.

Se habla alegremente de ilegalidades en La Red. Es muy peligroso que los ciudadanos tengamos que decir a políticos profesionales que la separación de poderes es indispensable en cualquier estado democrático. Si alguien no cumple las leyes serán la justicia, y no la política, quien dictamine. Si alguien se enriquece con lo ajeno son los jueces los que deben dictar sentencia, no una de las parte implicadas.

Auténtica falacia es decir que se está en contra de los derechos de autor. Creadores, como los internautas, somos todos o casi todos. Lo son los científicos y médicos que comunican gratis sus conocimientos publicando en revistas en papel y digitales sus avances, a los que todo el mundo tiene acceso, para el progreso colectivo. Los arquitectos creando espacios de singular belleza sin cobrar por cada imagen que se realiza de sus creaciones. Los legisladores elaborando leyes originales que competen a todas y todos. Por la lógica actual lo justo es que cobraran, ellos y sus descendientes, el mayor porcentaje de derechos de autor dado que sus creaciones nos afectan y participamos todos, algo que ninguno de los más conocidos creadores puede afirmar ¿Se conoce alguna creación de los directivos de la llamada Coalición de Creadores? ¿Son públicos sus currículos culturales? ¿O son sólo excelentes gestores empresariales cuyo único objetivo es el beneficio económico que lleva implícito un modelo exclusivo de mundo?

La revolución de internet ha transformado la propiedad intelectual. Cambiar esta ley, adaptándola a los tiempos, es lo primero que hay que realizar, promoviendo el diálogo sincero, democrático de todos los implicados y no solo de una parte. Mientras esto no ocurra los derechos de los creadores siempre van a estar a merced de las continuas transformaciones que se están procediendo. Si se quiere realmente protegerlos está es la primer ley que hay que modificar. A partir de ella las demás relacionadas. El no entenderlo deja entrever intereses ajenos a los que se proclaman.

Pero todo tiene su lado positivo. La llamada Ley Sinde y Wikileaks muestran que la acción política no va a ser como hasta ahora. La mordaza informativa ante comportamientos de dudosa transparencia y legalidad ha finalizado. Siempre habrá alguien dispuesto a denunciar abusos y embustes. Ante una democracia representativa, poco participativa, redes sociales y ciberactivismo muestran un camino que hasta ahora solo ha intervenido ante determinados temas sectoriales. Los que aglutinen un proyecto colectivo ilusionante, participativo, horizontal, transparente y profundamente democrático, transformarán la acción política, haciendo que buena parte de la ciudadanía vuelva a preocuparse por lo público, conscientes de que son algo más que un voto cada cuatro años. La Red es fundamental para lograrlo. Garantizar su neutralidad es imprescindible.

Se acusa a los internautas de fascistas, en el peor de los casos, y de poco democrático en sus formas de actuar, en el mejor. La Red es el único medio y espacio que tienen para hacerse oír. Los creadores más conocidos, la política, la industria tienen a su disposición el parlamento, los grandes foros económicos, los medios de comunicación, sus intelectuales… todo está a su servicio. En contraposición ciudadanos, la mayoría anónimos, utilizan las posibilidades de las nuevas tecnologías para hacerse escuchar, manifestándose y coordinándose. El acabar con esta forma de creación e intervención es lo que realmente está en juego.

Es el momento de volver a leer 1984 de Orwell, a William Gibson y también a Proudhon. También a un pastor protestante llamado Martin Niemoller que pasó encarcelado en las cárceles de Hitler de 1937 a 1945.

"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista./ Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. / Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. / Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante /Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".

La ciberpolítica ha llegado y viene a quedarse.

Comentarios

Yolanda ha dicho que…
Excelente. También las comparaciones, que pueden ayudar a quien no sabe de este tema a entenderlo mejor.

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