Los medios de comunicación y la publicidad

La semana pasada salió a las calles de Marruecos el último número de la revista marroquí independiente Nishán.

Se adjunta editorial del diario del pasado día 6 de octubre 2010

Artículo traducido por el Boletín de Prensa Árabe de Al Fanar Traductores. www.boletin.org

www.boletin.org/control/product/~category_id=ESP_ROOT/~product_id=MAJ-0906-10-10

Eric Fottorino, director de redacción del diario francés Le Monde, dijo en una conferencia sobre dinero y medios de comunicación celebrada hace meses en París: «Cuando recibo una llamada del Elíseo- es decir, de la Presidencia del Estado francés- sobre un artículo o una noticia publicada por Le Monde que no ha gustado al presidente, duermo tranquilo. Pero cuando recibo una llamada enfadada sobre algo publicado acerca de una gran empresa que se publicita en nuestro rotativo, esa noche no duermo». Esto pasa en Francia. En Marruecos ocurre todo lo contrario. El poder tiene una mano muy larga metida en el dinero y los negocios y por eso una señal o una instrucción de éste a las empresas anunciantes provoca una reacción a velocidad récord. Los púlpitos «que agradan» suben, y los que provocan malestar, bajan. Por eso, la vida de las empresas mediáticas está en manos de los amos de la publicidad y no en manos de los lectores, quienes no pueden asegurar la vida de ningún diario, aunque tenga una tirada de más de 120.000 ejemplares en Marruecos, por los costes de impresión, el precio del papel, y los importantes gastos de generar las noticias, a lo que hay que añadir impuestos y gastos sociales lo que carga todavía más las espaldas, ya frágiles, de las empresas mediáticas.

A partir de esta semana el semanario independiente y valiente Nishán (Nichane en su transcripción francófona) no estará en los quioscos, porque los amos de la publicidad, que no los lectores, así lo han decidido. Esta situación crítica no sólo la viven Nishán o Telquel ya que les precedieron otras publicaciones como Le Journal y Al Yarida al Ula. Hay otros diarios y semanarios a los que amenaza el mismo destino, porque la independencia mediática en este país se ha convertido en algo molesto, y se pide su cabeza, una veces en juicios injustos, otras a través de una sutil censura, y otras convirtiendo a los periodistas en delincuentes comunes en expedientes fabricados.

La realidad es que no solo ONA controla la publicidad, quien confecciona «la lista negra» de los periódicos que entran en el rango de la artillería del poder. Existen otras empresas, pero por lo que se ve el que no aparezcan en ciertos periódicos y revistas anuncios «onaníes», de sus comercios, bancos, centrales lecheras o cualquier otra rama de este holding impide a empresas como Maroc Telecom, Banque Populaire, la CDG o CIH colocar publicidad para que la cólera no caiga sobre ellos. Más allá de las buenas intenciones de estas empresas, está claro que no quieren meterse en problemas con los mandatarios económicos. Cuando hablas con los directores de estas compañías te dicen: «Lo siento mucho, cuando vuelvan los anuncios de ONA a tu periódico, cuando arregles tus problemas con los mandamases, nosotros volveremos antes de lo que piensas». Así funciona el tema en los pasillos del mundo de los medios y la publicidad. Se fuerza a la mayoría de los directores de las empresas periodísticas a morderse la lengua y refrenar sus plumas cuando se trata de los mandamases o los tabúes.

Ajbar al Yaum ha vivido y sigue viviendo esta dura experiencia de silencio y repudio desde hace diez meses, cuando volvimos a publicar nuestro diario, tras el famoso juicio por las caricaturas y la prohibición ilegal, nuestros ingresos comerciales descendieron de forma significativa a pesar de que las ventas del periódico no habían variado respecto a antes de la prohibición. No es una situación exclusiva de nuestro periódico. El sector de la prensa escrita está en estos momentos en peligro en Marruecos. A la inestabilidad política, el descenso general de las ventas, la caída de la publicidad hay que añadir las injerencias, tanto finas como burdas, del poder cuyo objetivo es socavar la independencia de la prensa, usar a unos contra los otros, arrastrando a todos al infierno. Estamos ante un sector en vías de extinción, como el sector editorial, muerto hace tiempo sin que nadie recuerde ya su fecha de defunción.

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