Bicentenarios y aniversario (III)
Es necesario volver a los principios que hicieron surgir a los movimientos transformadores. En la actualidad desigualdades y exclusiones están abriendo una brecha social de consecuencias desconocidas. Plantear una política social más real, no asistencial, que partiera de una estrategia fiscal no basada, casi en exclusiva, en los impuestos indirectos, donde todos los ciudadanos pagamos lo mismo independientemente del nivel económico de cada uno. Se debe apostar por qué las rentas del capital contribuyan realmente con los que les corresponde por su patrimonio, ingresos y beneficios adquiridos por los programas de estímulos a la inversión y la exportación, haciendo esfuerzos similares a las que realizan las rentas del trabajo. Desmantelar los paraísos fiscales y el pago por las transacciones comerciales. El desarrollo de equipamientos sociales debe contribuir a enmendar en parte las consecuencias del derrumbe inmobiliario. La creación de un número suficiente de escuelas infantiles, de residencias para la tercera pagadas proporcionalmente según la pensión recibida, creación de una buena red de centros de día, de comedores comunitarios… Una política de vivienda alejada de la especulación que ayudara acelerar la independencia familiar de los jóvenes. Promover el alquiler de manera efectiva permitiendo la movilidad laboral. Asignar un pequeño sueldo a los estudiantes universitarios más desfavorecidos para facilitar su emancipación que puedan recibir prestando una labor social relacionada con los estudios que estén realizando y que deberán reembolsar cuando acceda a un puesto de trabajo fijo. Tomar medidas eficaces para sacar a la luz la economía sumergida, incluida la regulación efectiva del trabajo doméstico… pueden ser algunas acciones que permitan que sectores sobre los que pesa la mayor carga proporcional impositiva pudieran verse favorecidos de políticas estatales de las que normalmente no se benefician. Estas acciones y otras ayudarían a una mayor incorporación de la mujer al mercado laboral, sobre todo la de mediana edad, contribuyendo con sus impuestos al desarrollo del país. Quizás sea el momento de plantearse una política de infraestructuras más cercana a la mayoría. Importantes son las líneas de AVE pero su puesta en marcha no debe suponer la desaparición de las rutas tradicionales, usadas por la mayoría de los ciudadanos que no tiene oportunidad económica de acceder a las de alta velocidad.
Es preciso elaborar políticas macroeconómicas a medio y largo plazo donde el peso del Estado no lo soporten casi en exclusiva las clases medias y bajas contribuyendo con ello a reducir la pobreza y las desigualdades. El primer paso, hacer que se visualicen, escuchen y tengan en consideración propuestas y discursos alejados de las proposiciones neoliberales, contribuyendo a romper el pensamiento económico único. Alarma que solo se asuman las recomendaciones de aquellos que no solo fueron incapaces de prever la crisis que se nos avecinaba, siendo los máximos responsable de lo ocurrido al aplicarse las políticas ellos mismos diseñaron. No enmendar esta situación traerá consigo un alejamiento mayor ente política y ciudadanía con las consecuencias que acarreará. Mayor déficit democrático, alejamiento de los colectivos más activos de las instituciones y consolidación de las políticas más conservadoras, incluso reaccionarias. Sin obviar determinados discursos que dejan entrever un fascismo encubierto de nuevo cuño alentado por un nacionalismo patriotero que nada tiene que ver con la Europa común que se pretendía construir. Cuando se apela a la democracia para justificar determinadas políticas se está utilizando la democracia contra los ciudadanos.
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