Mujer y argelina, Cheba Zahouaina cambia su mundo y fusiona culturas en Madrid



Crónica de Julio Castro de la segunda jornada de Noches de Ramadán.
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Y llegó el turno a la segunda actuación musical de las Noches de Ramadán, en Lavapiés. En este caso, concierto a cargo de una argelina, la Cheba Zahouaina, que se sube a este carro de la multiculturalidad en Madrid, rompiendo también aquí los moldes que está empeñada en deshacer desde su cultura y su país, sin renunciar a sus orígenes y condición.

Es importante ubicar las cosas en su lugar y en su momento (nunca me canso de remarcarlo), porque pensemos que se trata de una mujer nacida en Orán en el ’59, es decir, en un mundo de raíces musulmanas que encierra una serie de conflictos sociales, no muy diferentes de los que existen o han existido no hace mucho, en nuestro entorno ibérico y “occidental” en general. Me refiero al hecho de ser una mujer en un país en el que algunos están empeñados en hacer una imposición religiosa extrema, en tanto que otros están empeñados en imponer lo contrario sin renunciar a sus conceptos sociales y familiares. Esto nos deja como resultado un entorno poco amable para una mujer que quiere dirigir una banda, componer, cantar en un escenario con un atuendo normal, adaptando la música más tradicional de sus orígenes magrebíes oraneses, en un raï de su tierra, como cheika, es decir, maestra poeta que canta su poesía y sus enseñanzas… un combinado que a much@s se antojará imposible en su tierra: aquí hay que apreciar el contexto (o limitarse a escuchar su música y su voz).

El patio de asistentes cambia de un día para otro, pero mantiene su variedad, mayorías y minorías aparte, así que ayer tocaba un amplio espectro de argelinos y otros magrebíes de todo origen y condición. Todos grabando con sus móviles, o haciendo fotos, o llamando para que otros pudieran escuchar a esta mujer de fuerte voz, casi ronca, que en su propio estilo levanta pasiones entre los espectadores.

En un momento dado, al poco de comenzar, alguien lanza una bandera argelina, que ella recoge, y abraza: aclara que esto es algo que su madre nunca hubiese podido hacer. No es más que el resultado de tantas mujeres luchadoras como ellas que, sin renunciar a quiénes son, reivindican que son mucho más de lo que otros quieren hacerles creer: como aquí, no veo mucha diferencia en eso. Ahora una parte de la sociedad argelina comienza a asumir que los roles establecidos no son lo que algunos quieren, tal vez se acabaron algunos engaños del pasado.

Cuando más tarde alguien le lanza una camiseta roja, la anuda a la bandera y la muestra al público: así las mantendrá alrededor del cuello durante todo el concierto, en que lo devolverá a sus propietarios. Tal vez sea demasiado pensar en el simbolismo de un Magreb unido, tal vez no: los pueblos suelen ir muy por delante.

Un concierto de ritmos, con percusión y electrónica, muchos con retazos que recuerdan a nuestras músicas y nuestros sonidos, en algún lugar están las raíces comunes y no es tan lejano. Algo más formal que Oumar Pène el día anterior, pero cada uno tiene su público, y la carpa, una vez más, estuvo prácticamente llena

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