El PSOE y todos tenemos un problema.



La siguiente nota aparecederá, creo, en los próximos números de las revistas Cuadernos para el Diálogo y Transversales.

A los que estamos interesados en lo público nos ha llamado mucho la atención el triunfo arrollador del PP en la Comunidad de Madrid. Bastante menos la cantidad de abstencionistas que crece en cada consulta electoral, sobre todo donde el PSOE es mayoritario. Si hubiéramos tenido un tiempo de reflexión y de análisis, sereno, quizás todo ellos no nos debería sorprender.

En la tribuna de Ignacio Muro BenayasZapatero y la izquierda: orden, discurso y método” (1) manifiesta que “La comunicación y la gestión de los medios, siempre esencial, se convierten entonces en determinante del éxito político”. Esta evidencia, se ha manifestado rotundamente con los resultados electorales de las pasadas elecciones en nuestra Comunidad. El PP ha realizado una campaña donde se negaba todo tipo de información apostando por la propaganda sin más. Miles de cuñas de radio, anuncios en prensa y televisión, inauguraciones fantasmas, asistencia a todo tipo de actos... con mensajes muy sencillos; “Madrid la suma de todos” y “¿Qué pasaría si nunca pasara nada?”. La máxima
"Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida” ha dado resultado. La frase no tenemos que atribuírsela a ningún director de cuentas actual, es de Adolfo Hitler. La propaganda hay que repetirla mil veces, manifestaba Goebbels "Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad". Aldous Huxley en “ “Propaganda bajo una dictadura” (2), incluido en el capitulo V de “Retorno a un mundo feliz”, señalaba que en el proceso de Albert Speer, el Ministro de Armamentos de Hitler este analizó los métodos de propaganda nazis. “Mediante elementos técnicos como la radio y el alto-parlante, ochenta millones de personas fueron privadas del pensamiento independiente. Es así como se pudo someterlas a la voluntad de un hombre... Como consecuencia de esto, ha surgido el nuevo tipo de recibidor de órdenes sin espíritu crítico". Aquellos métodos, ahora amparados por la legalidad democrática y sin una regulación clara sobre las campañas institucionales de gestión, coincidentes con las campañas electorales, han permitido que votantes veteranos, emigrantes y nuevos electores, apoyen tan masivamente a los populares. Sin que entendamos que para muchos son la única referencia de gobierno cercana. Sobre todo en Madrid Capital. Ciudad cada vez más conservadora, en consonancia con el aumento de su poder económico y político, como bien enfatiza Julio Llamazares (3), aunque casi nadie cuestiona como se está consiguiendo ese desarrollismo (contratos basuras, condiciones laborales infames...).

Evidente es que los más beneficiados por las políticas sociales y de igualdad se han olvidado de quienes apoyaron las mismas y quienes se opusieron. Han sucumbido a la propaganda. Si a ello unimos la dificultad de la izquierda institucional para hacer programas atractivos, innovadores, diferentes, que inciten a la participación, presentando candidatos sin carisma, incapaces de movilizar al electorado y que los medios de comunicación se han encontrado muy cómodos como apéndices de la estrategia propagandista de los populares. Nunca ha sido tan evidentemente la relación entre medios, inversión publicitaria institucional y pseudo-opinión. Sin propuestas, lideres, ni análisis, vence la propaganda. La izquierda institucional en Madrid no ha sabido romper esa estrategia cayendo en esa red muy bien tejida. Estrategia continuadora de la campaña de desgaste al gobierno central, con mensajes explícitos, contundentes y repetitivos. El más claro; “ZP se ha vendido a ETA” ha tenido escasa repercusión fuera de las comunidades gobernadas por el PP. Ha calado donde gobiernan y controlan los medios de información públicos, políticamente, y privados, económicamente. En Euskadi y Navarra las más afectadas el efecto ha sido el contrario. En comunidades, menos urbanas, como Castilla-La Mancha o Extremadura, donde esos mensajes pueden tener mas resonancia, han tenido escasa incidencia. En Madrid sí ha calado y se ha hecho muy poco para romper la tendencia, se ha dejado arrastrar por ella, sin intentar contrarrestarla. La renuncia a presentar pesos políticos reconocidos, tan conservadores o más que Sebastián, pero conocidos por los ciudadanos manifiestan el abandono de la acción política y la renuncia a Madrid. Los madrileños no nos lo merecemos por qué EXISTE OTRO MADRID que nadie representa, pero que es real.

Para conseguir los cambios es imprescindible la acción política y el recuperar la calle como espacio público, en lo reivindicativo, pero también para el disfrute ciudadano y el ocio creativo.

La escasa acción política es un grave problema agudizado por el control casi total por parte de la derecha de los medios de comunicación más influyentes. Mientras la relación de fuerzas mediáticas no se modifique, la única manera de intentar mudar la situación es la acción política de los miembros del Gabinete y del propio partido. No se puede comprender la poca implicación de ministras y ministros en la defensa de su propia gestión. Situación que contrasta con el protagonismo de la mayoría de presidentes de comunidades y ayuntamientos gobernados por el PSOE. Solamente el Presidente, la Vicepresidenta y los titulares de Interior y Asuntos Exteriores y Cooperación y el de Justicia, parecen comprender que las elecciones son políticas y no técnicas. Planes de infraestructuras, igualdad, lucha por la paz, compromisos cumplidos... no son valorados y los máximos responsables de los mismos no saben, como remediarlo. Llama la atención que los ministros y ministras más activos sean justamente los que no son militantes del PSOE o lo son desde hace muy poco tiempo. Este raquítico activismo político produce una comunicación débil y ramplona que impide contrarrestar las campañas de embustes, mentiras y evitan difundir la acción gubernamental y política del gobierno.

Es un problema muy grave del PSOE. Un problema partidista que nos afecta a todos. La apatía puede deberse a qué todavía no han asumido el efecto Zapatero, por llamarlo de alguna manera. Cuando nos invitaron, a los miembros del Cultura Contra la Guerra y a otros colectivos, al acto de apertura de la campaña del 2004, nos llamó la atención el énfasis de Zapatero cuando decía “no nos debe avergonzar decir que somos de izquierdas”. Estas afirmaciones, aunque solo fueran eso, y determinados comportamientos han sorprendido a la derecha, que se escandaliza, vocifera y amplifica todo lo relacionado con el Presidente del Gobierno. Pero también a muchos de sus compañeros militantes que les cuesta asumir, con naturalidad, un discurso que pretende unir la acción o intervención política con cierta visión ideológica. Actitudes políticas y veces personales, no habituales, que sorprenden a la mayoría. El propio Zapatero lo denominó “Socialismo libertario”, definición que debemos entender en el sentido de la implicación de experiencias personales en la gestión política y no en el sentido histórico del término. Esta forma de actuar desconcierta a la militancia socialista. Los últimos años de gobierno de Felipe González, los años férreos de control de la organización por el aparato guerrista y por otros, han hecho mucha mella. Se nota a la hora de tomar iniciativas. De generar capacidades autónomas de actuación. Mas sorprende cuando alguien se sale de los esquemas establecidos y su osadía le lleva a La Moncloa. Entonces aparecen aquellos que cuando ejercieron el poder, partidista o institucional, dando consejos y proponiendo iniciativas democráticas que nunca pusieron en práctica cuando tenían todos los mecanismos y el poder para hacerlo. Todos tenemos derecho a cambiar, pero algunos solo lo hacen cuando se les desaloja del poder. Todo ello consecuencia del nulo debate ideológico, del verticalismo orgánico y del control absoluto de las direcciones sobre las bases.

Días antes de los últimos comicios recibí bastantes e-mails y sms de mucha gente pidiendo el voto para la izquierda. Apoyando a ZP. Casi ninguno procedía de militantes del PSOE. Muchos enviados por personas que no han simpatizado nunca con este partido, pero que han comprendido que el no apoyar a Zapatero, es abrir la puerta a la derecha más cavernícola, sedienta de venganza. Ya lo dice uno de sus ideólogo Federico Jiménez Losantos “hay que apuñalar al adversario hasta que se desangre”. La izquierda ciudadana tiene una visión mucha más amplia sobre lo que nos estamos jugando. La no implicación partidista permite ser más conscientes de la realidad. Una crisis en el PSOE supondrá la vuelta de la derecha al poder durante muchos años y también una dirección más liberal, menos laica y republicana en el partido.

El PSOE tiene un problema. Convencerse a sí mismo de que su gestión, mayoritariamente, es positiva. A muchos de nosotros nos gustaría que fuese más avanzada, atrevida y, por qué no, radical. Cuando estamos en una democracia representativa donde lo que prima son los votos, mucho más no se puede esperar. Tienen que engrasar la maquinaria, salir a explicar los logros, reconocer errores y carencias y movilizar a una sociedad abstencionista. Tiene que empezar ya. La FAES y todos sus secuaces van a lanzar unas campañas de intoxicación y de temor muy duras y peligrosas, siguiendo con las estrategias comentadas. Si algún dirigente vasco hubiera dicho algunas cosas parecidas a las que han manifestado algunos responsables del PP en los últimos tiempos, la Fiscalía del Estado hubiera intervenido de oficio, por no decir lo que hubieran dicho los voceros mediáticos de la derecha. A todo ello hay que unir la rotura del alto el fuego y las consecuencias que tendrán los, previsibles y no deseados, nuevos atentados.

Para fomentar la participación hacen falta propuestas drásticas que ayuden a mejorar el bienestar de la mayoría. Esta legislatura ha sido la de los derechos civiles, la próxima debería ser la de la calidad de vida. Un ejemplo, la puesta en el mercado de alquiler de millones de pisos desocupados. Una red de transporte accesible para los jóvenes cuando tienen que desplazarse para disfrutar de su tiempo libre. Políticas que ocio creativas, libertarias, alejadas del consumismo barato. Más inversión en sanidad y educación... Medidas así harán posible la movilización y el apoyo de millones de personas. Todos estamos a favor de los derechos civiles, hacen progresar la sociedad, pero benefician solo a los implicados y allegados. A los más favorecidos por estas medidas la memoria les suele flaquear; años de lucha para conseguir la igualdad de los homosexuales y, en el mes de las elecciones, una de las revistas dirigidas a ellos, no tiene inconveniente en sacar en portada al candidato del partido que más se ha opuesto a todo tipo de medidas de igualdad. El resultado mayoría abrumadora del PP en Chueca. Tampoco se puede olvidar a miles de ciudadanos afectados por lo que podíamos denominar pobreza del bienestar. Cuentan con un buen nivel económico y social. Progresistas-abstencionistas en lo político. no están de acuerdo con un sentido de la vida exclusivamente mercantilista, ni con un ocio banal dirigido desde las empresas multinacional amparadas por el Estado. Están hartos de no poder decidir sobre su propia existencia. Con las diferencias evidentes, son los herederos sociológicos de aquellos que salieron a las calles en el 68. Pudientes, tenían casi todo, pero estaban hartos de un modelo de vida caduco. Las calles se llenaron de consignas situacioncitas, que nadie comprendía y menos que nadie los partidos políticos y los movimientos sociales. Fueron protagonistas por su manera de entender el mundo. Siendo realistas y pidiendo lo imposible. Los herederos de aquello se manifestaron contra la Guerra de Irak. Su voz clamó como nunca en este país el 13 de marzo del 2004. La mayoría no pudo cambiar el mundo, pero cambiaron nuestra dirección política. Como en el 68, los partidos fueron ajenos de aquella marea ciudadana que pedía más democracia y dignidad política. Consignas realistas, casi utópicas. Son hijos naturales de aquellos que estuvieron, física o mentalmente, en mayo del 68. Como sus abuelos en el 36 ó en el 41. Y sus bisabuelos en el 17 y en el 18. Son responsables de los cambios en los últimos años. Acudieron a Seattle, Venecia, Praga... pero son los grandes olvidados. Por su no implicación partidista, por un buen estado económico, social... Son los que abren las puertas a los cambios.

Pero la realidad no se resuelve solo cambiando personas y programas. Es imprescindible una transformación radical de lo político que permita la vuelta a las urnas de muchos electores. En ello la izquierda institucional tiene un papel decisivo. Tiene que entender que la izquierda es plural. No solamente en el sentido partidista. Hay una izquierda institucional, otra social, otra alternativa y otra ciudadana. Todas con su papel. Para hacerlo posible es necesario reforma la manera de participar. Los partidos son incapaces de entender que no son solo de sus afiliados. Deben serlo también de los ciudadanos y que estos pueden, deben y saben intervenir en la política desde su realidad singular, personal. El reconocer este evidencia es el primer paso que permita modificar las maneras de participación y representación actuales para lograr que la intervención ciudadana sea real. Junto a ello cambios profundos legislativos, económicos y políticos que nos amparen ante la globalización, los efectos de la misma y la reducción de derechos. Si no estaremos a merced exclusivamente del mercado. Habrá una mayoría indefensa, esencialmente los más débiles, que no necesariamente tienen que ser los más desfavorecidos económicamente.

Sin estos cambios la democracia representativa seguirá funcionando, pero la política continuará muerta para millones de ciudadanas y ciudadanos. La misma seguirá formando parte de la vida; como el escuchar la radio, ver la televisión, ir al cine, al parque de atracciones o de vacaciones a la playa. Todo ello formando parte de “la sociedad del espectáculo” como la definía Guy Debord, en el libro de igual título, publicado en 1967, hace ahora cuarenta años. Mientras que la izquierda oficial continua desconociendo al pensador francés para otros se han convertido en una referencia obligada. Algunos que le ignoraron en su momento han sabido rectificar y reconocen en sus escritos, “la ideología se ha disuelto en su representación mediática” (4), la vigencia de aquel pensamiento que la mayoría de la izquierda obvia pero que es más vigente actualmente que cuando se publicó.

(1) www.elpais.com/articulo/opinion/Zapatero/izquierda/orden/discurso/metodo

(2) www.henciclopedia.org.uy/autores/Huxley/Propaganda.htm

(3)
www.elpais.com/articulo/opinion/capital/cercada/elpepuopi/20070602elpepiopi_13/Tes

(4) Juan Goytisolo. "Guy Debord y la Internacional Situacionista". El País. 1-07-2003.

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