Tiempos de micropolítica
Estos días se ha conocido que Telecinco había presentado una querella
contra el bloguero Pablo Herreros, por impulsar una campaña para que
las marcas se abstuvieran de anunciarse en el programa La noria. El motivo, la intervención, mediante
el cobro correspondiente, de la madre de un condenado por encubrir una
violación y el asesinato de una menor. Iniciativa desde La Red que pedía a las marcas “retiren su publicidad de
programas que pagan a familiares de criminales“. Veintitrés de las más
importantes arrinconaron su publicidad: Campofrío, Puleva, Bayer, Nestlé, Panrico,
Milner, Banco Sabadell, La Razón, Reale Seguros, L’Oreal, Loterías y Apuestas
del Estado, Ausonia, El Corte Inglés, Decathlon, Chevrolet, Audi, Bimbo,
Vodafone, Hero, Affinity Petcare,
Fontaneda, Danone y Mercedes-Benz, después de que cerca de
veintisiete mil personas apoyaran y firmaran la propuesta.
La cadena de Berlusconi y Cebrián pretendía que se
condenara al bloguero por un presunto delito de amenazas y coacciones, pidiendo
3,7 millones de euros en concepto de
indemnización y tres años de cárcel. Ante tal petición, La Red se volvió a encender promoviendo una nueva recogida de
firmas. En un par de días se habían recogido más de ciento sesenta mil. Al poco
del inicio de esta acción, la compañía de comparativas de viajes Trivago comunicó que renunciaba a
anunciarse en Telecinco a partir de diciembre –antes era técnicamente imposible–
ante la gran cantidad de peticiones recibidas por parte de sus clientes, a
través de redes sociales y correos electrónicos. El pasado martes Mario Tascón, impulsor de la iniciativa, comunicaba en un tuit que Tele5 retiraba la demanda. Los errores
de comunicación cometidos por la cadena de Mediaset
evidencian las limitaciones de las grandes corporaciones ancladas en un modelo
que poco tiene que ver con la realidad. La prepotencia ha vuelto a abrir el
debate sobre el papel que tienen que ocupar los medios de comunicación ante
temas escabrosos y su apuesta por el sensacionalismo fácil y chabacano. Medios
de (des)información en contraposición a la lógica del rigor, la transparencia y
la pluralidad.
Las acciones de Herreros y Tascón, como tantas otras, debe hacernos
reflexionar sobre la importancia de las “pequeñas acciones” y de la trascendencia
de determinadas iniciativas. Empujes que ponen de manifiesto que todo es reversible.
Que sí se pueden hacer otras cosas, que el destino poco
tiene que ver con la inalterabilidad calvinista y que podemos modificar “la
única política posible”. Una parte de la sociedad va más allá de lo evidente
promoviendo iniciativas que la clase política no encara o lo hace tarde. Sirva
como ejemplo el debate sobre los desahucios. La presión de los ciudadanos ante
acontecimientos tan dramáticos en la calle y en La Red, ponen en evidencia al Parlamento, a la clase política y a los
medios de comunicación.
Estamos ante una crisis democrática, déficit
reconocido por analistas y políticos que consideran tardíamente lo que parte de
la ciudadanía viene expresando desde hace tiempo. Ciudadanía preparada cultural
y tecnológicamente, promoviendo acciones con el propósito de enmendar las
carencias detectadas mediante procesos abiertos y democráticos, fomentando la
participación, la complicidad, transformando el papel de los implicados
mediante un modelo donde prima la horizontalidad y el consenso, con el fin de conocer
y compartir para aprender y actuar en común entre todas y todos.
Se repiensa la intervención en lo
público. Se revalora y redefine la relación entre unas y otros, entre unos y
otras. De estas intensidades y emociones tanto individuales como colectivas,
devienen ilusiones y esperanzas. Catarsis transformadora para expresar que lo
ineludible es evitable. Maneras de vivir, de intervenir, de implicarse. Lo
pequeño, siempre bello, se guarda y cuida en cápsulas minúsculas. No sabemos si
ganamos al romperlas y compartir su contenido, pero si no lo hacemos, no vamos
a conocer el efecto de su expansión. La desilusión por la macropolítica solo se
puede revertir por la acción de la micropolíitica. Crear, disfrutar y
participar para que la esperanza no se evapore.
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