"Una revolución donde no haya música o no se pueda bailar, nunca será la nuestra"
Recientemente se celebró una concentración en
Madrid para evidenciar lo que suponen los recortes a la cultura y la subida del
IVA. Intervinieron artistas, profesionales, representantes de asociaciones, empresas,
colectivos, universidad, consumidores… todos ellos bajo el paraguas
#NoSinCultura. Dos personas tomaron la palabra representando la ciudadanía.
La más joven empezó disculpándose por leer su texto
“es la primera vez que hago esto”, realizando un reconocimiento –mis padres y
educadores me han enseñado que, como dice García Márquez, ‘cultura es el
aprovechamiento social del conocimiento’–
presentándose y contando la realidad de los de su edad: “Me llamo Lucía, tengo
16 años, siempre he estudiado en la escuela pública. Me venden alcohol en el
súper, puedo tener relaciones sexuales con adultos desde los 13, ser condenada
penalmente, comprar tabaco en el estanco, o costo en el barrio… La policía
llama ‘niñato’ a un compañero de instituto por querer entregar un escrito en el
Congreso, mientras un jefe policial dice que somos ‘el enemigo’ por luchar por
una educación de calidad”, para enarbolar su primera denuncia: “todo esto se
permite, pero no puedo ir a un concierto por ser menor de edad”.
Recordó algo que los organizadores lamentablemente
habían olvidado “han muerto cuatro compañeras por acudir a una fiesta en un
local municipal, una de ellas menor de edad como yo”, reprochando el
comportamiento de las autoridades “los culpables para el Ayuntamiento somos
nosotros, los jóvenes, no son las autoridades, ni los organizadores” y las
consecuencias, ”ahora prohíben fiestas, conciertos o tocar en la calle”, sin
olvidar la actuación de muchos de los presentes y convocantes defensores de la
llamada Ley Sinde-Wert: “los jóvenes somos los que más música consumimos, los
que más vamos a conciertos, al cine… pero apoyáis leyes que nos criminalizan
por compartir el conocimiento, unas leyes que defienden a los que creen que lo
único importante es el ocio, despidiendo a cientos de trabajadores del mundo de
la cultura. Solo interesamos como consumidores, defendiendo intereses que nada
tienen que ver con la verdadera cultura que defiende García Márquez”.
Tampoco olvidó el motivo de la convocatoria “íbamos
al teatro, a los museos. Los recortes en educación impiden que sigamos
acudiendo a todas estas actividades. Una entrada de cine nos cuesta
prácticamente lo que nos dan de paga a la semana. Han suprimido también el
Bachillerato de las Artes”, evidenciando algo cada vez más tristemente
frecuente, “algunos amigos se han ido de este país, yo también lo haré. No
quiero estar en un país de tristes, de aburridos, de represión continua, de
recortes y más recortes, que nos trata a todos como borregos y no como
personas”, para continuar manifestando su comportamiento hasta entonces “mientras
esto ocurra, seguiré tomando la calle, acampando en las plazas, rodeando el
Congreso, manifestándome y compartiendo lo poco o mucho que sé, es mi
compromiso como ciudadana, que aunque solo tenga 16 años, lo soy”, lanzando un
grito de ilusión, esperanza “no tenemos miedo, nos tienen miedo a nosotros
porque tenemos razón. El futuro lo cambiaremos entre todas y todos, no vamos a
ser meros espectadores, queremos ser protagonistas y lo vamos a ser. Enteraos
que una revolución donde no haya música o no se pueda bailar, nunca será la
nuestra!”, concluyendo con “me gustaría que guardáramos un minuto de silencio
por las compañeras que murieron en el Madrid Arena”, enmendando la plana a la
organización.
En dos minutos toda una lección de cómo comunicar
valores, ideas, sin eludir ningún tema, con brillantez, sentimiento, emoción,
contundencia, sin perder la sonrisa. Lucía forma parte de esa masa de jóvenes
que se divierten, participan, comparten, curiosean, que se arriesgan, explayan.
Adolescentes y jóvenes mayoritariamente solidarios, comprometidos, tolerantes,
responsables. Los que no se resignan a ser un número nada más, los que
mantienen la esperanza. Personalmente me siento orgulloso de que tengamos una
hija así, con personas como ella otro mundo será posible.
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