Calles para cambiar el modelo cultural y social
La crisis está abriendo debates amplios entre sectores muy diversos. La necesidad obliga. En Madrid, la puesta en marcha del PECAM (Plan Estratégico de Cultura del Ayuntamiento), ha permito dar visibilidad a realidades que van más allá de las que habitualmente se difunden, en donde la participación e implicación se está modificando sustancialmente. Se conocen, se escucha hablar de ellas, pero que se tengan en cuenta es otro cantar. No se trata de solo la relación entre cultura y educación, sino que se ha ampliado a otras áreas como el urbanismo, el medio ambiente o la sostenibilidad.
El urbanismo y su entorno son básicos para el desarrollo económico de cualquier territorio. La apuesta durante décadas por el modelo del ladrillo, nos ha llevado a una crisis de compleja salida y que no abandonaremos con las recetas habituales, afectando a una buena parte de los ciudadanos al afrontar hipotecas y desahucios. Un estudio encargado por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) denuncia abusos en el sistema legal de estos últimos, amparado en un marco legislativo de 1909 y la “mala praxis” de las entidades bancarias, realizando diferentes propuestas entre las que destaca que las ayudas a la banca se extiendan a los “ciudadanos endeudados”, algo que parece no va a ocurrir mientras sí se pretende que todos asumamos el coste de autopistas y autovías. Cultura del abuso y de la supremacía muy arraigados, donde los ciudadanos casi nunca somos tenidos en cuenta.
Urbanismo y economía evidencian el ecosistema cultural pretendido. La apuesta por las marcas (España, Madrid, Catalunya) manifiesta la primacía industrial sobre la creación, los públicos y los ciudadanos. La participación, la proactividad, los grados de experimentación y el tipo de corresponsabilidad, definen los diferentes modelos que reflejan el exploratorio para la utilización, gestión y relación de espacios y territorios. La actual crisis amplía el debate en el que solo participaban gestores y responsables de grandes infraestructuras y corporaciones, abriéndolo a otros más amplios y representativos, revisando y rediseñando el ecosistema cultural, la transversalidad no solo lo hace posible, es imprescindible.
Reivindicar la cultura como eje vertebral de la sociedad por delante de la economía y la política, es básico para dar respuestas viables. Continuas iniciativas evidencian que la ciudadanía quiere dejar de ser espectadora y quiere tener su propio papel en esta obra tan compleja. Transición de modelo que originará y suscitará tensiones, pero que no se puede ignorar a riesgo de que el desafecto por la clase política siga aumentando y que la democracia siga sucumbiendo a la dictadura de los mercados, la importancia de los procesos sobre los resultados, de la obra sobre el autor.
Decisiones equivocadas, corrupción o violencia no deben impedir el propósito de construir otro mundo, partiendo de lo local para transformar lo global, hay y existen alternativas. Imposible mantener el actual monopolio cultural, seguir amparándolo es continuar cayendo en barrena. La ausencia de crítica, de responsabilidad o la autojustificación, esconden intereses muy concretos, la cultura inventada por el gobierno, que diría Rafael Sánchez Ferlosio.
Frente a la puesta en común del cabreo, responsables económicos, políticos y mediáticos atrincherados, sin querer visualizar el estado actual de transición en el que se están generado comunidades, proyectos, espacios, propuestas y realidades. Calles y plazas culturales abiertas, experimentales, donde la corresponsabilidad y horizontalidad son los ejes, se trata simplemente de cambiar el modelo cultural para transformar la sociedad, algo así de simple.
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