Atarra La revolución en sari rosa
Artículo de Elisa Reche aparecido hoy en el diario Público.
www.publico.es/especiales/libre/246665/atarra
Un grupo de mujeres enjutas y con la piel curtida envueltas en saris de colores se sientan a los pies de Sampat Pal y, tras escuchar su airado discurso, se suman a las filas de Gulabi Gang la Banda Rosa. Bajo un calor abrasador de un mediodía de agosto, Sampat les enseña a defenderse con el lathi, el palo de bambú que lleva la policía en India y gritar "el funcionario bueno es nuestro hermano, pero para el malo tenemos nuestro lathi rosa".
Los saris de estas mujeres rurales de Atarra, en el distrito de Banda, uno de los más pobres de Uttar Pradesh, se convierten en rosa fluorescente cuando se reúnen lathi en mano para presionar a los funcionarios corruptos o a maridos que abusan de sus esposas.
Hace tres años la antigua vendedora de té Sampat Pal, una mujer de casta baja a quien le cuesta leer o escribir, decidió reunir a un grupo de mujeres hartas de sufrir abusos, vestirlas de rosa y, de este modo, tomar la justicia por su mano en una región marcada por la violencia entre castas, la pobreza extrema, el bandolerismo y la corrupción.
La Banda Rosa se ha convertido en un ejército de 100.000 mujeres con el lema "una para todas y todas para una". Han evitado matrimonios infantiles, han obligado a la policía a registrar casos de violación, a los funcionarios a entregar ayudas y pensiones sin sobornos y a que los maridos no den palizas a sus esposas.
Su acción más espectacular fue el secuestro de camiones con comida para los más pobres que unos funcionarios iban a vender en el mercado.
“Me considero valiente y quería transmitir a otras mujeres mi valentía", expresa la jefa. Casada a los 12 con un joven diez años mayor, Sampat tuvo que pelear con sus padres por ir al colegio, con sus suegros por que el velo no le cubriera la cara y con su marido por salir de casa.
Sushama ha viajado una hora en autobús hasta llegar al cuartel general de la organización en Atarra. Muestra sus muslos amoratados: su marido la ha azotado con un palo por salir a la calle. Ya lo denunció anteriormente y no ocurrió nada, así que Gulabi Gang es su último recurso,
Sampat y Jay Prakash, un trabajador social que cree en el proyecto de la banda, convencen a un médico de que firme el informe de malos tratos y después presionarán al marido.
Nuestra sociedad está dominada por los hombres. Las mujeres debemos recibir educación y también trabajo. Eso solucionaría todos nuestros problemas", afirma Sampat, mezcla de cacique rural y Robin Hood femenina. En Atarra todos temen y respetan por igual a esta mujer.
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Un grupo de mujeres enjutas y con la piel curtida envueltas en saris de colores se sientan a los pies de Sampat Pal y, tras escuchar su airado discurso, se suman a las filas de Gulabi Gang la Banda Rosa. Bajo un calor abrasador de un mediodía de agosto, Sampat les enseña a defenderse con el lathi, el palo de bambú que lleva la policía en India y gritar "el funcionario bueno es nuestro hermano, pero para el malo tenemos nuestro lathi rosa".
Los saris de estas mujeres rurales de Atarra, en el distrito de Banda, uno de los más pobres de Uttar Pradesh, se convierten en rosa fluorescente cuando se reúnen lathi en mano para presionar a los funcionarios corruptos o a maridos que abusan de sus esposas.
Hace tres años la antigua vendedora de té Sampat Pal, una mujer de casta baja a quien le cuesta leer o escribir, decidió reunir a un grupo de mujeres hartas de sufrir abusos, vestirlas de rosa y, de este modo, tomar la justicia por su mano en una región marcada por la violencia entre castas, la pobreza extrema, el bandolerismo y la corrupción.
La Banda Rosa se ha convertido en un ejército de 100.000 mujeres con el lema "una para todas y todas para una". Han evitado matrimonios infantiles, han obligado a la policía a registrar casos de violación, a los funcionarios a entregar ayudas y pensiones sin sobornos y a que los maridos no den palizas a sus esposas.
Su acción más espectacular fue el secuestro de camiones con comida para los más pobres que unos funcionarios iban a vender en el mercado.
“Me considero valiente y quería transmitir a otras mujeres mi valentía", expresa la jefa. Casada a los 12 con un joven diez años mayor, Sampat tuvo que pelear con sus padres por ir al colegio, con sus suegros por que el velo no le cubriera la cara y con su marido por salir de casa.
Sushama ha viajado una hora en autobús hasta llegar al cuartel general de la organización en Atarra. Muestra sus muslos amoratados: su marido la ha azotado con un palo por salir a la calle. Ya lo denunció anteriormente y no ocurrió nada, así que Gulabi Gang es su último recurso,
Sampat y Jay Prakash, un trabajador social que cree en el proyecto de la banda, convencen a un médico de que firme el informe de malos tratos y después presionarán al marido.
Nuestra sociedad está dominada por los hombres. Las mujeres debemos recibir educación y también trabajo. Eso solucionaría todos nuestros problemas", afirma Sampat, mezcla de cacique rural y Robin Hood femenina. En Atarra todos temen y respetan por igual a esta mujer.
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