Movidas y músicas del mundo
Acaba el 2007. Año del aniversario de la Generación del 27, que casi nadie ha recordado. Ahora que hablamos de Memoria Histórica sería bueno recordar a los artistas que sufrieron la posguerra, el exilio y el olvido.
Nace una nueva revista musical, esta que estás leyendo. Una heroicidad, por eso felicidades a editores y responsables. Lo mismo al diario Público. Excelentes páginas de cultura su responsable, José Manuel Costa. Le conocí en mi primer concierto como organizador. Septiembre de 1982, barrio de Hortaleza. Por primera vez en Madrid Siniestro Total. Resultado: quince minutos de actuación, lluvia de objetos al escenario, apagón de luces y carga policial. Una página en El País e ignorancia general. Incluido Jesús Ordovás que en su biografía sobre el grupo ignora el concierto.
Treinta años después, la Sra. Aguirre desempolva la movida Es imposible unir el conservadurismo rancio extremo y la provocación libertaria constante. La institucionalización, y el tiempo, fueron los responsables de la asfixia cultural madrileña. La inexistencia de cualquier de nacionalismo, incluido el español, permitió dar rienda suelta a una diversidad imposible de diseñar desde el poder.
Hoy en un estado descentralizado, donde el nacionalismo marca las agendas culturales de muchas instituciones, sólo las propuestas indies, en un sentido amplio, se presentan en cualquier lugar con ciertas garantías. Atreverse con lo innovador, apostar por lo desconocido. Músicas globales y heterogéneas.
La movida y la música indie, son muestras de atrevimiento, imaginación adaptada a las nuevas realidades. Con las músicas del mundo ¿qué está pasando? La evolución de otros estilos musicales no parece que se reflejen en ellas. ¿Es preciso un reciclaje de planteamientos y propuestas? ¿Hay que modificar rutinas y reinventar nuestra labor? ¿Debemos escuchar y difundir propuestas emergentes o nos sirve solamente lo que garantiza “cierto éxito”? Hemos cogido lo peor de la industria musical, no hemos valorado ni aprendido lo innovador. Todo vale, no es un valor. Es ser incoherentes y alejarnos de lo que pretendíamos. Olvidar las nuevas realidades es dejar todo en manos del mercado. El mercantilismo llevará al traste los buenos pasos que hayamos dado. Propuestas e iniciativas pasarán al olvido por nuestra dejadez. Es negar nuestra labor, aquello que decíamos querer provocar.
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