‘Qué queda de la noche’, el tormento de la homosexualidad de Cavafis

La escritora Ersi Sotiropoulos: Foto: Paris Tativian.
La escritora Ersi Sotiropoulos: Foto: Paris Tativian.
Texto publicado hace unos días en El Asombrario.
La escritora griega Ersi Sotiropoulos recrea en su última novela, ‘Qué queda de la noche’, los miedos, obsesiones, deseos, dudas, silencios y pasiones ocultas que acechan a un artista a través de la figura del poeta Cavafis. Su placer al mirar torsos desnudos de obreros en la playa, su excitación al observar a hombres llorando. Su erotismo imaginario, obsesivo, silenciado… contado por una mujer valiente, detallista, apasionada.
París, 1897. Constantino Cavafis (Alejandría, 1863-1933) pasa tres días y tres noches en la capital junto a John, uno de sus seis hermanos, en el que se apoya constantemente. El mismo que siembra dudas –“no caben dos poetas en la misma familia”– y al mismo tiempo protector y animador. Un Cavafis en la treintena todavía desconocido, lleno de incertidumbres, indecisiones, temores…, pero también de ¿sueños?, esperanzas, ilusiones.
Tres días y tres noches recorriendo ambientes, situaciones como el incendio del Bazar parisino, el caso Dreyfus o los encuentros clandestinos en un Arca, siempre presente sin saber realmente lo qué allí acontece: ¿orgías?, ¿drogas?, ¿brujería?, ¿masonería?, ¿realidad o imaginación? Con personajes como el crítico Moreas, capaz de bautizar cualquier nuevo movimiento poético-literario y de encumbrar o condenar a cualquier poeta emergente, con su fiel Mandaras dispuesto a hacer todo tipo de cometido que le posicione o aventaje. Donde un Verlaine ama y condena a Rimbaud. Donde paladistas evocadores de Satán y condesas conviven entre lujos y miserias. Recuerdos y añoranzas de Constantinopla, Londres, Liverpool, Alejandría…, tan presentes como una realidad familiar próspera y decadente, a veces próxima a la desolación, la ruina, donde es inevitable salvar apariencias. Cuando los cambios se reducen a charlas y discusiones de café, donde se visibiliza un provinciano excluyente de las diferencias.
Sobre ello nos habla Ersi Sotiropoulos (Petras, 1953), escritora griega entregada a la literatura desde comienzos de los ochenta, en su novela Qué queda de la noche (traducción de Vicente Fernández González y Antonio Vallejo Andújar), recientemente editada por Sexto Piso, ganadora del Premio Mediterráneo de Literatura 2017. Sotiropoulos ya fue reconocida con el premio Nacional de Literatura y premio Nacional de la Crítica en Grecia por Zigzag entre los naranjos amargos, siendo la primera novela en ganar los dos premios el mismo año; voz valiente, pero también censurada.


Miedos de poeta presentes en todo el relato. Comparaciones que le atormentan. Dudas sobre su dedicación. Perturbaciones que siempre retornan sobre su devenir artístico. ¿Una persona como él será capaz de escribir grandes versos? Poesía como ciclo de vida, indisoluble, micrografía viva. Competencia entre literatura griega clásica y la contemporánea. ¿Debe conocer/posicionarse con lo que ocurre alrededor?, ¿o el arte es solo placer? Poesía como tête a tête. ¿Qué relación debe existir entre la vida y el arte?
Persona sin descubrir, desconocida. Obsesionada por detalles que le realzan, haciéndole atractivo. Débil. Deleite al presenciar torsos desnudos de obreros en la playa. Excitación al observar a hombres llorando. Erotismo imaginario, obsesivo, recreado en la figura de un joven bailarín ruso, alojado en una habitación próxima, en la misma planta del Hotel Saint-Pétersbourg. Observación, escuchas clandestinas, tocamientos ocultos que pueden ver la luz en cualquier momento. Pasión y deseo, intimidades encubiertas. “¿Y si todos los amantes fueran inmóviles?”.
Perturbadora presencia familiar. La Gorda, madre posesiva, chantajista, autoritaria. Turbación al conocer que en los próximos tiempos tendrá que vivir solo. Sentirse como la mascota familiar, a la que se debe cuidar. Culpabilizar de su vida a la ciudad donde nació, cualquier cambio genera angustia. Los miedos siempre vuelven, la poesía puede esperar.
Tres días en que ocurren muchas cosas y no pasa nada. Tres días intensos, cercanos. Cavafis como pretexto. Imitación de la vida, relación con el arte. Trabajo de investigación, seis años, encomiable, digno de reconocimiento. Una prosa que pasa por los deseos, la mayoría sin consumar, sin saber exactamente dónde empieza la ficción y dónde la realidad. Una novela que debe leerse y releerse para descubrir los diferentes escenarios literarios que alberga. Una novela que muestra a una Sotiropoulos viva y valiente, obsesionada por los detalles, la pasión.

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