‘A la mujer y a la mula, vara dura’, un libro estremecedor.


Texto publicado el pasado sábado en El Asombrario.

El libro del periodista marroquí Hicham Houdaifa ‘A la mujer y a la mula vara dura. Las olvidadas del Marruecos profundo’ (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo)denuncia la situación de muchísimas mujeres que sufren vejaciones que parecen sacadas de la noche de los tiempos, pero que forman su dramático día a día en el país vecino. Como los matrimonios amañados desde que son niñas o los préstamos temporales de mujeres para quienes regresan de vacaciones desde Europa, para que disfruten de ellas durante el periodo estival, con el agravante de que si alguna de ellas se queda embarazada pasa a ser considerada “caduca”.
Cada cierto tiempo hay determinadas noticias que suceden en nuestras fronteras, que nos exasperan y las mostramos con postillas en redes sociales, capacidad de rebeldía desde confortables sillones, armados de herramientas digitales, dispuestos a evidenciar todo lo denunciable.
Lo que acontece en las fronteras de Ceuta y Melilla con sus concertinas afiladas en las vallas que nos separan de Marruecos o las devoluciones en caliente suelen ser motivo de notable irritación y clamor por el uso y abuso de la violencia contra las personas.
De tarde en tarde, los informativos comentan las avalanchas, en el mejor de los casos, producidas por las porteadoras que intentan pasar materiales, con cargas a la espalda cercanas a los 50 kilos, desde las ciudades autónomas al país vecino. En el caso de Ceuta a través del paso fronterizo de Tarajal II; por el principal sólo lo hacen las personas reguladas, normalmente trabajadoras de hogar. En el peor de los casos relatan la muerte de alguna de estas trabajadoras, sin derechos, explotadas y nunca reconocidas en ninguno de los lados fronterizos, aunque son las que sacan adelante a muchas familias y negocios. Una realidad que convive con otras, también veladas.
Recientemente, un informe sobre la brecha de género de World Economic Forum (WEF) mencionaba a Marruecos como el cuarto peor país para las mujeres, sólo por detrás de Egipto, Mali y Líbano. Donde las madres solteras son habitualmente repudiadas y abandonadas, y muchas veces, cuando son acogidas en alguna residencia o albergue, suelen ser vejadas o explotadas sexualmente.Por su parte, la ONG Save The Children denunció al país como uno de los peores del mundo para ser madre. Las mujeres con cáncer en la mayoría de las ocasiones son excluidas por sus parejas. La violencia de género es parte de la realidad. Hace poco el mundo pudo ver imágenes de unos adolescentes vejando a una joven discapacitada en un autobús público sin que nadie acudiera en su defensa. Según el Alto Comisionado del Plan sobre la Violencia Contra las Mujeres, el 63% de las mujeres en Marruecos ha sufrido algún tipo de violencia en los espacios públicos. Para intentar revertir lo anterior, el Parlamento marroquí aprobó el pasado febrero la ley que penaliza la violencia de género. Una norma que incluye penas de hasta 20 años de cárcel, pero que estará condenada al fracaso si no se produce un cambio en las mentes de las personas. Para que se produzca dicha transformación resulta imprescindible conocer y denunciar esas realidades, y es importante hacerlo desde lo próximo, también desde los medios de comunicación; labor poco cómoda en un país donde es muy fácil ser señalado y estar expuesto cuando te alejas de los discursos “oficiales” o habituales.
Una de esas personas consecuentes es Hicham Houdaifa. Nacido en Casablanca, se dedica al periodismo desde mediados de los noventa. Antiguo corresponsal de Afrique Magazine en Nueva York, fue responsable de temas sociales de Le Journal Hebdomadaire –semanario muy crítico que fue obligado a cerrar tras la asfixia económica impuesta desde las oligarquías del país–, en la actualidad colabora con La Vie économique y es fundador, junto a Kenza Sefrioui de En Toutes Lettres, donde dirige la colección Enquêtes, especializada en ensayos periodísticos. El año pasado recibió el reconocido premio Grand Atlas por su último libro, Extrémisme religieux, plongée dans les milieux radicans du Maroc.
En 2015 publicó Dos de femmes, dos de mulet. Les oubliées du Marcoc profond, que Ediciones del Oriente y del Mediterráneo ha publicado entre nosotros con el título A la mujer y a la mula vara dura. Las olvidadas del Marruecos profundo. Son 120 páginas que nos muestran una realidad desconocida e incómoda descrita por un periodista comprometido con la verdad y la justicia, continuando la línea de un buen número de escritores marroquíes que huyen del exotismo, tan admirado por los occidentales, para mostrar la realidad de la pobreza, la discriminación, la violencia y/o la corrupción.
Una mujer marroquí. Foto: Pixabay

Un libro donde género y clase van al unísono, que habla por ejemplo de las obreras en las minas clandestinas de Mibladen, yacimientos abandonados “comiendo el sustento de cada día, esperando a la muerte”, donde los trabajadores pueden estar entre 10 y 15 días bajo tierra buscando minerales que revenden por precios míseros a comerciantes de Casablanca. Mujeres que continúan la labor de maridos incapacitados tras años de bajar a los pozos, donde jóvenes de ambos sexos empiezan a introducirse con apenas 14 o 15 años, bloqueados por el desarrollo de otras alternativas y propuestas que a nadie parece interesar.
También cuenta el caso de Ksar Sountate, una región revolucionaria en la que se gestó un ejército guerrillero que intentaba emular al Che Guevara y otras guerrillas de América Latina para acabar con la dictadura de Hassan II. Su fracaso supuso fusilamientos, asesinatos y violencia. Ellas sufrieron torturas y violaciones. Las que tenían parentesco con los sublevados fueron rechazadas en sus pueblos natales; los comercios locales no las atendían para que nadie pudiera pensar que simpatizaban con ellas; las impedían ir a la escuela, ni siquiera les permitían tener documentos en regla, como la partida de nacimiento. Región rebelde, región marginada, mujeres acosadas, violentadas.
En Berkane, Houdaifa cuenta la historia de las recolectoras de clementinas. Se las conoce como “las ninjas” por su forma de vestir. Sufren jornadas eternas y son golpeadas con palos cuando no desarrollan el trabajo que sus jefes entienden que deben realizar. A cambio, sueldos de miseria, sin ningún tipo de derecho laboral. Cualquier movimiento sindical es roto con la contratación de mujeres de otras regiones. Incluso los jefes abusan sexualmente de las trabajadoras más jóvenes; proliferan las madres solteras, y algunas no tienen más remedio que cambiar el trabajo agrícola por el sexual para intentar subsistir.
Más ejemplos que recoge A la mujer y a la mula, vara dura: Los préstamos temporales de mujeres para quienes regresan de vacaciones desde Europa, para que disfruten de ellas durante el periodo estival, con el agravante de que si alguna se queda embarazada pasa a ser considerada “caduca”. Y los matrimonios por contrato donde las menores son obligadas a casarse, desembolsando antes la correspondiente cantidad económica por parte del pretendiente al padre. En algunas de las zonas rurales más empobrecidas, son habituales los acuerdos consentidos de entrega de niñas desde que tienen la primera regla, sin ningún papel por medio. Cuando una de ellas se queda embarazada, es abandonada sin contemplaciones. Ante esa situación, a la mayoría no les queda otra alternativa que desplazarse a las grandes ciudades, donde con apenas 14 años acaban mendigando, prostituyéndose o haciendo de ganchos en bares para estimular a los clientes a beber y acabar la noche con alguno de ellos o soportando violencia física y sexual, a veces de carácter múltiple. Además, en ocasiones, cuando denuncian, acaban en prisión por inmoralidad.
Prácticas conocidas y toleradas que son combatidas, entre otras, por la Asociación Marroquí de Derechos Humanos o la Asociación Democrática de Mujeres de Marruecos, a nivel global, o la Asociación Kelaa para el Desarrollo Social, a nivel local.
A todas esas mujeres Houdaifa les da voz, y nos transmiten relatos desgarradores que provocan mucho más que indignación. También a los y las activistas defensoras de los derechos humanos, a sindicatos y asociaciones de mujeres que se movilizan contra estas realidades padecidas en un país que quiere mostrarse en vías de progreso, pero en el que todavía conviven realidades que parecen extraídas de la noche de los tiempos. Silenciarlas o ocultarlas no hace que dejen de existir. Es uno de esos periodistas que concibe que divulgando y difundiendo esos escenarios hará posible que su final estén más próximos.

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