Héctor Rojas Herazo "Los desplazados"


Llegaban en montón duros y solos.
Con harapos de sueño,
con quijadas de vaca bramando entre sus ojos.
Llegaban en montón y estaban solos.
La mujer con su esposo entre las uñas.
El hombre con su madre y con sus hijos
nadando en su saliva y en su vientre
y el niño sin saber de sus pupilas
entre tanto estupor desmemoriado.
Sentían, sin mirar las azoteas,
las múltiples ventanas,
el ovillo de luces,
el camino que olvida su terrón,
y se vuelve oficina y puerta seca,
cemento, sin sabor y policía.
llegaban desde atrás,
desde ellos mismos:
de la siembra quemada,
del monte que se hunde hoja por hoja,
madera con estruendo,
piedra con llaga y diente con blasfemia
y se vuelve con rabia contra el hombre
y le muerde la casa
y le arranca el cabello
y le rompe su atrás y su delante
y le llena los dedos de preguntas,
de furor y preguntas degolladas.
Cada uno era un grito,
un terrible silencio que miraba
lleno de toro y sol crucificado.
Cada uno estaba solo,
solo con él,
sin nadie entre sus huesos.
Todo lo que fue día, siembra, abrazo,
lecho y fatiga, lámpara y amigo,
estaba entre sus pechos destrozado.

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