El cierre de Alta Films es la confirmación del fracaso de un modelo cultural obsoleto
El anuncio del posible cierre de Alta Films, la empresa de cine
independiente más importante de nuestro país, ha calentado el debate sobre la
cultura y su gestión. En su comunicado, la empresa hace mención a las tres
razones principales que les llevarán al cerrojazo si nadie lo remedia:
* Reducción del consumo cultural por la subida del
IVA del 8 al 21%.
* La bajada de ventas de DVDs y de asistencia de
espectadores.
* La falta de interés de las cadenas de televisión
por comprar y difundir otros tipos de películas, que no sean las de las grandes
compañías multinacionales.
Desde el anuncio se han producido
muestras de indignación y de solidaridad hacia la empresa que ha contribuido a
que conociéramos otro tipo de cine, pero sobre todo a que la diversidad y la
pluralidad cultural se divulgaran. Ha sido una mala –¿y van?– noticia para el
mundo cultural.
Luis García Montero ha escrito sobre el tema en las páginas de InfoLibre La tragedia del cine,
http://www.infolibre.es/noticias/opinion/2013/04/19/la_tragedia_del_cine_2719_1023.html y sus argumentos vuelven a ser los habituales, que por supuesto poco tienen que ver con los expresados por la empresa de exhibición: la piratería y la animosidad que tiene el PP a los actores por su posicionamiento ante la Guerra de Irak.
http://www.infolibre.es/noticias/opinion/2013/04/19/la_tragedia_del_cine_2719_1023.html y sus argumentos vuelven a ser los habituales, que por supuesto poco tienen que ver con los expresados por la empresa de exhibición: la piratería y la animosidad que tiene el PP a los actores por su posicionamiento ante la Guerra de Irak.
Tesis habituales, muy poco
consistentes que defienden intereses muy concretos que poco, no digo nada,
tienen que ver con un análisis riguroso.
La explicación de que la
piratería es la causante de los males que aquejan a la cultura, sólo la utilizan
ya aquellos que tienen intereses muy concretos en las grandes industrias
culturales y del entretenimiento. Son los que callan o son contratados por los
que promueven “el chanchulleo cultural” –en palabras de Ignacio Echevarría–, apoyando
premios literarios surgidos durante el franquismo, que muy poco tenían que ver
con la literatura y más con una clara intencionalidad política entonces y ahora
económica, o aquellos que son un obstáculo para propuestas independientes y
libres. Hablamos normalmente de castas en la política, pero en la cultura son
todavía más evidentes. Cualquier nuevo talento o propuesta innovadora lo tiene
complicado si no traga con el tinglado dominante.
Son los mismos que apoyaron o
callaron cuando se produjo el cierre patronal de los exhibidores, a los que se
opuso Alta Films, ya que no recogían
ninguna de las reivindicaciones de la industria de cine independiente de
nuestro país:
* Creación de cuotas de pantalla para nuestro cine
y el europeo.
* Apoyo a la reconversión digital.
* Obligatoriedad de exhibición de cine propio en
todas las televisiones.
¿Dónde estaban entonces los que
ahora se lamentan por el cierre de Alta
Films? ¿Por qué no se posicionaron y apoyaron medidas proteccionistas para
nuestra cultura? ¿Por qué callaron ante los intereses de la cultura mainstream? La respuesta parece bien
sencilla: intereses económicos coincidentes.
No conozco en profundidad la
realidad del cine, pero sí la musical. Un reciente informe de la Comisión Europea http://es.scribd.com/doc/131005609/JRC79605
pone de manifiesto que “la piratería
musical no disminuye las ventas” al contrario, mucha música legal no se
compraría si antes no se hubiera descargado en “webs ilegales”, indicando que la música cada vez se escucha más por streaming con los
consiguientes beneficios para los autores. La rotundidad del informe evidencia
que muchas de las propuestas recogidas en el anteproyecto de Ley de Propiedad Intelectual son una
auténtica falacia, intentando beneficiar a las grandes industrias del ocio,
como en su día descubrieron los cables de WikiLeaks;
los nombres más conocidos de la cultura también guardaron un significativo
silencio entonces.
La crisis de la cultura es una crisis de modelo y una crisis política.
La cultura es un derecho irrenunciable. Desde hace años la complicidad entre la
cultura establecida y la clase política está reduciendo la misma a una
vertiente exclusivamente económica. Si hubiera realmente interés, se pondrían
las bases para apoyar a nuestra industria independiente y no se criminalizaría
a la que promueve la cultura libre que no gratuita. Son complementarias, pueden
y saben caminar en común.
El Campo de Cebada es un espacio autogestionado en el centro de Madrid. Desde hace dos años se proyecta cine de verano en su
pantalla pintada en la pared. El pasado año Alta Films dejó algunos títulos para que otro público accediera a
ver otro tipo de cine. Este año hay un compromiso para volver a realizarlo. Se
está barajando la posibilidad de que los asistentes hagan el donativo que
consideren oportuno tras la proyección que irá directamente a la distribuidora.
Algunos de los asistentes tendrán la oportunidad de ver otro tipo de
películas y desearán verlas en un cine de verdad, quizás entonces no podrán
hacerlo. No será ni por la piratería ni por los promotores de la cultura libre,
sino por la inexistencia de una política cultural como país y por los intereses
de una cultura establecida que para nada le interesa que existan otros modelos,
donde todos puedan convivir y vivir del trabajo cultural, algo que parece sólo
pueden permitirse unos pocos.
Un modelo basado en el respeto entre todos los participantes. Procesos
culturales donde la innovación y el emprendimiento no sean palabras sin
sentido. Donde formación, investigación y conocimiento estén unidos al trabajo
cotidiano. Donde transversalidad, reciprocidad, pluralidad y diversidad vayan
juntas. Donde se tenga en cuenta la realidad de un trabajo discontinuo, el
cultural, y no se le siga castigando con las medidas fiscales y legales más
perjudiciales de nuestro entorno. Es preciso hablar de todo esto si realmente
queremos remediar el sin sentido actual, que va a llevar a que algo que realmente
era la marca de este país se diluya por privilegiar otro tipo de
intereses.
La complicidad política-económica-cultural y el miedo al futuro, son
también responsables de una crisis en un sector que poco tiene que ver con la
profesionalidad de los que trabajan en el mismo y mucho menos con el público.
Lo demás son falacias para justificar intereses que poco tienen que ver con la
cultura, quizás por ello nunca se quiere hablar del fondo, quedándonos en la forma.
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