Vigencia de Marguerite Yourcenar; compromiso estético y ético
Recorridos por lugares, época, territorios y acontecimientos. Indignada con la historia que la tocó vivir nos introdujo en múltiples mundos y realidades. Desde la larga epístola del Emperador Adriano a su nieto, y sucesor, Marco Aurelio a sus cuentos orientales, pasando por Flandes, Alemania, América, África, los Balcanes, China o Japón. No son escritos de viajes, ni de aventuras. Son textos para el encuentro, la armonía, la fidelidad, la coherencia, el acuerdo, los valores, la justicia. Algo que en la vieja Europa que la vio nacer parecen tener poco sentido en la actualidad. Pacifista, ecologista, antirracista. Compromiso estético y ético. Escepticismo permanente sobre un devenir sin sentido en lo material y diverso en lo espiritual.
Personajes yourcenianos dispuestos a conocer, comprender, aprender, pero también a sufrir, enfermar, morir. Ensayo, teatro, novela, poesía. Hombres que quieren ser dioses sin siquiera ser simples hombres. Religiones, filosofías, muchas o ninguna, simplemente la propia, la de cada uno o las suyas. Oriente y occidente. Antigüedad y modernidad. Norte y Sur. Misticismo y metafísica. La flagrante actualidad de lo antiguo. Un pasado más presente que nunca. Una Grecia recreada a la que tanto debemos, tanto ignoramos y más despreciamos. Su hecatombe es el fin de la lúcida Europa. Desaparece el corazón de las ideas y el conocimiento sin él no es posible la vida, solo la existencia. La plaza Sintagma es la esperanza, a ella miramos; desde la Puerta Sol, la Plaza Tanhir o Occupy Wall Street.
“Mi patria son los libros” dice el emperador en Memorias de Adriano, maravillosamente traducida por Julio Cortazar. Las misma obras destruidas por los bomberos en Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbur llevada al cine por François Truffaut. El argumento para su eliminación; la lectura solo genera angustias y sufrimientos. Hoy los que causan las congojas no solo no desparecen, sino que son ensalzados al Olimpo de la especulación, la mezquindad, la avaricia.
“Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón” escribía Yourcenar. Leerla y releerla es una obligación para los que pensamos que la inteligencia, los sentimientos, las ideas, las emociones deben permanecer sobre cualquier otra realidad, sin renunciar nunca a la utopía a la individual y a la colectiva.
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