En Barcelona el día de la visita del papa
Llegó a Barcelona un día antes de las dos sesiones de trabajo que tengo que dar para el programa Diversons de la Fundación de la Caixa. No parece que la visita papal haya tenido mucha repercusión.
La llegada en el Ave se ha producido alrededor de las 14 horas. En la estación, el metro, las ramblas… todo parece igual que siempre, incluso menos animado que otros domingos. Solo en unos pocos balcones se ven banderas amarillas y blancas, en algunos casos mezcladas con la nacional española. Leo en la prensa que en Santiago de Compostela tampoco ha tenido la repercusión esperada y que los hosteleros que tanto habían festejado la anunciada visita no han cubierto las expectativas previstas, al contrario la seguridad ha impedido la asistencia habitual.
Habría que decir en alto que ya está bien de pagar con el dinero de todos una actividad absolutamente privada. Está bien y es correcto que el presidente Zapatero le haya comentado al representante de la iglesia católica que “España es aconfesional” pero realmente, como ya alguien ha comentado en twitter, lo que debería hacer es “quitarle la paga”.
Ofende que un jefe de estado de un país amigo enjuicie lo que hace otro país. Insulta a la inteligencia comparar nuestra situación con la de los años treinta. Avergüenza e indigna que todavía no hayan pedido perdón por apoyar el alzamiento armado del 36 o por los crímenes acaecidos en América Latina y África en nombre de la religión. Indican lo que son al no mostrar todavía ningún tipo de arrepentimiento por pasearse bajo palio con el General Franco, responsable de la matanza de un millón de nuestros mejores ciudadanos y ciudadanas. Abochorna el papel del candidato a presidente de nuestro país postrándose a los pies de un jefe de estado ajeno demandando que un milagro ayude a resolver nuestros problemas. Patético aspirante que no es capaza de comprender que las dificultades terrenales hay que resolverlos con los píes en la tierra y no recurriendo a quimeras y disparates. Si su inteligencia no logra entender esto como se plantea gobernar. Lesiona los sentimientos de muchos de nosotros que nuestro jefe de estado rompa la neutralidad, que le corresponde constitucionalmente, para agradecer el catolicismo de nuestro país.
Pero hay que felicitarse de que cada vez haya más sectores de creyentes que estén rompiendo con la iglesia oficial, disminuyendo la gente que va a misa. Que los casamientos civiles superen a los religiosos. Que los más jóvenes entiendan que hay valores religiosos y de todo tipo que nada tienen que con los postulados y doctrinas de una iglesia que solo defiende intereses que nada tienen que ver con el espíritu. Tenemos que recordarles que a pesar de todo seguimos encomendándonos a Santa Bárbara y a Santa Rita para continuar juergas y jaranas, son la mejor diversión solo comparables a los programas de Telemadrid, Popular TV o Intereconomía.
Seguramente nosotros les perdonamos, pero si Dios existe dudo lo que lo haga, por haber tomado continuamente su nombre en vano y haber hecho tanto daño refiriéndose a su divinidad.
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