La cochambre volvió a Burgos

El 5 de julio de 1975 se celebró uno de los primeros macro festivales de nuestro país. Era inminente la desaparición del dictador y los espacios de libertad poco a poco se iban abriendo en toda la sociedad, y en la música también.

Aquella iniciativa comenzó a las 12 de la mañana y se extendió hasta las 4 de la madrugada en la burgalesa plaza de toros. La entrada en los tendidos costaba 200 pesetas y las sillas de pista 400. El intrépido organizador fue J.L. Fernández de Córdoba promotor entre otros artistas de los míticos Storm con la colaboración de la Comisión de Festejos local.

Las crónicas de la época comentaron que el sonido fue desastroso, aunque en la publicidad del festival se indicara que “la sonoridad del festival está garantizada por el prestigio de J.L. Alberdi (Barcelona)”, especialmente para los artistas más acústicos como el desaparecido Hilario Camacho, que intentó sonar bien en dos ocasiones sin conseguirlo, o Tílburi, una espacie de Crosby, Still, Nash & Young a la española.

El resto de los artistas participantes fueron; Eduardo Bort, Triana, Gualberto, John Campbell, Eva Rock, Alcatraz, Orquesta Mirasol, Falcons, Granada, Tartessos, Iceberg, Bloque, Companya Eléctrica Dharma, los mencionados Storm y Burning. Estos volvieron a subirse el escenario el sábado pasado en el Festival La Cochambre junto a Miguel Ríos, Ojos de Brujo, Ilegales y Coque Malla, entre otros, en el mismo lugar, la plaza de toros castellana.

El curioso nombre del festival tiene su origen en el titular del diario del movimiento La Voz de Castilla, dirigido por Javier Zuloaga Pérez, que abría su edición de aquel sábado, hace treinta y cinco años, y recibía a los asistentes de la siguiente manera: “La invasión de la cochambre. A Burgos le han cambiado la cara; ahora tiene legañas”.

Algún compañero que asistió al festival el pasado sábado nos comenta que fue una gran jornada para recordar lo acontecido hace más de tres décadas. Excelente sonido, una exposición conmemorativa con fotos, recortes de prensa, cuidada organización, buen ambiente y mucha música fueron la mejor excusa para que algunos desempolvaran antiguas vestimentas y volvieran a pensar que las ilusiones a pesar de todo y de todos se deben mantener.

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