Encuentros, fracasos y celebraciones (y II)
Como decía, no recuerdo cuál fue la primera vez que la leí. Sí memorizo alguno de sus secuestros, por infracciones muy graves a la Ley de Principios Fundamentales del Movimiento y a las Leyes Fundamentales, procesos como los de Manuel Velasco y Pedro Costa. Amenazas contra la redacción por comentar arrestos militares o contra la distribuidora de la revista. También la demanda de la publicación contra el diario ABC por injurias, solicitando una indemnización de cien millones de pesetas que se utilizarían a actividades de la Asociación de la Prensa de Madrid. Cómo no recordar aquella encuesta sobre la acción de gobierno de Arias Navarro que mostraba que el 49% estaban satisfechos o muy satisfechos con su gestión, considerado por un 30% como muy aperturista. Supongo que los millones y millones que después de la muerte del dictador manifestaron haber estado activos en contra del régimen, o no fueron encuestados o tuvieron capacidad camaleónica para estar en realidades tan dispares en tan poco tiempo y lugar.
De aquella época sólo guardo un ejemplar de la revista con un solo titular “La muerte”. Se trata de un número monográfico de noviembre de 1975 donde escribieron Hugh Tomás y Tuñón de Lara, con una portada totalmente lúgubre. Un ejemplar de una tirada que pasaba de los doscientos mil ejemplares, algo inaudito en la prensa política y cultural en la actualidad, lo que pone de manifiesto nuestro déficit democrático.
Para aquellos jóvenes que empezábamos a deambular por la vida, que teníamos pasión por lo público, la revista fue un referente continuo. Sigue contando con nuestro seguimiento y transcurridos los años colaboramos en la misma con orgullo de contribuir, a pequeña escala, de que todo aquello que creíamos no se ha derrumbado por completo.
Algunos formamos parte de los grandes perdedores de aquellos años, sintiendo la satisfacción de continuar manteniendo y defendiendo casi lo mismo con la experiencia de los años, el aprendizaje transcurrido y el camino recorrido. Nos sentimos orgullosos de las decepciones y fracasos que nos permiten vivir y participar en el deseo de un mundo diverso, plural y esperemos que mejor, alejado del que nos quieren imponer.
Nos prometen un mundo feliz a base de billetes de bajo coste, diseño de Ikea, compras semanales en el Carrefour y ventas a plazos en El Corte Inglés. El arte capitalista encumbra a un Warhol cuyo único mérito fue hacer buenas copias. Valerie Solanas quiso acabar con ese mercadeo usando la violencia extrema. Los Sex Pistols cambiaron el mundo y nunca recibieron una subvención, siendo denostados por las clases dirigentes que hoy compran sus camisetas mientras distribuyen nuestras vidas en función de sus intereses económicos, donde cultura y medios de comunicación son parte fundamental para el dominio ideológico. Todos se acuerdan del Chelsea Hotel con la maravillosa historia de amor de Leonard Cohen y Janis Joplin, pero nadie lo recuerda como el lugar donde moría acuchillada Nancy, la compañera sentimental de Sid Vicious. Indígenas, nómadas y trashumantes no reciben ninguna ayuda por conservar sus culturas y tradiciones mientras se acepta la expoliación de sus patrimonios culturales, comerciándose con los mismos, dictándose leyes que apoyan a los que fomentan el delito y comercian con lo ajeno, incluso denunciando y enjuiciando a los que han mantenido su patrimonio durante siglos. Todos somos responsables del asesinato de la cultura.
Hace dos siglos Nietzsche anunciaba la muerte de dios, mientras aquí seguimos permitiendo desmanes y abusos de los responsables de una iglesia continuamente subvencionada que está al margen de las leyes y que desde los pulpitos hace apología de la violencia de género, abusa de los menores en la intimidad, y cuyo máximo responsable se fotografía con orgullo con alguno de los dirigentes que están ayudando a construir una sociedad cada día más injusta. Un modelo que nada tiene que ver con el cristianismo primitivo, ni con lo defendido por sus primeros seguidores.
Cuando una revista cumple 2.000 números no queda más que felicitarnos. Debemos hacerlo porque en la misma hemos podido leer, escribir, escuchar las opiniones más dispares, diversas, plurales e incluso contradictorias. Porque la libertad de expresión ha primado. Por no haber sucumbido a autoridad, gobiernos, justicia, presiones económicas y mediáticos, y habernos permitido expresarnos, en un medio generalista, con la misma naturalidad, crítica y libertad que cuando lo hacemos en uno alternativo o en La Red. Esperemos que vuestro ejemplo y proceder perduren.
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Rafa.