Sobre las elecciones en Marruecos

Hago esta nota pocos días antes de celebrarse los primeros comicios legislativos bajo el reinado de Mohamed VI. Cualquiera que viaje habitualmente al país vecino puede apreciar los cambios que se están produciendo. Muchos de ellos debido a las remesas, la opinión, participación e implicación de la diáspora. Cerca de medio millón de marroquíes que habitan en España envían casi un 15% de las remesas totales, que revierten en su país ayudando a corregir los desequilibrios, en los últimos tiempos, con comportamientos menos sociales y más especulativos. Una fuga económica que compensa, sólo en parte, la de cerebros y capitales que salen del país magrebí hacía Europa y Estados Unidos. La aportación de la emigración a nuestra economía es considerablemente mayor a las prestaciones sociales que reciben como reconocen medios conservadores, como Abc.

Las elecciones del 7 de septiembre tienen un valor relativo. Marruecos es una monarquía ejecutiva y por lo tanto el papel político del rey, por no hablar del religioso, es trascendental. Desde una visión eurocentrista, como la nuestra, esto puede ser un handicap o déficit democrático, pero a veces puede ser una garantía de estabilidad. En un país donde la izquierda tradicional (USFP, PPS...) está absolutamente desacreditada con casos evidentes de corrupción, múltiples escisiones, deslegitimizada por abandonar su esencia popular, devorada por el poder, convertida en una prolongación de los partidos creados por la administración contra los que luchaba en tiempos de Hassan II. Únicamente el PSU (Partido Socialista Unificado) plantea reformas constitucionales profundas y está por ver si consiguen representación parlamentaria. Solo la dinámica de la sociedad civil, coincidente con corrientes progresistas radicales, puede salvarla. Donde los islamistas se preocupan activamente de vertebrar la sociedad en las zonas más deprimidas (urbanas y rurales) y con ello la rentabilidad electoral de los moderados del PJD. Los sectores más radicales y republicanos son ilegales. Donde las aperturas occidentales, promovidas por las minorías ilustradas, van a mucha más velocidad que las mejoras económicas y sociales, que benefician a la mayoría. Donde el laicismo, nunca reconocido por el equívoco de asociarlo con el ateísmo, está cada vez más presente y se contrapone a lo religioso-excluyente, cuando la mayoría de los integrantes de ambas tendencias son profundamente creyentes, están creando una dualidad social que sólo la figura del rey parece vertebrar. Un papel fundamental donde los avances no van a la misma velocidad de los demandados por muchos ciudadanas y ciudadanos.

El conflicto del Sahara y con ello el debate de la regionalización del país, rifeños y bereberes muy pendientes del tema, y sus consecuencias económicas. Algunos años cerca del 5% del PIB marroquí se ha destinado a gastos militares derivados del mismo. El fomento de una política de buena vecindad y cooperación magrebí y europea. El desarrollo económico y social evitando especulación y despilfarro. El respeto a la libertad de opinión, en los últimos meses con secuestros de varios medios, multas y sanciones que nada tienen que ver con un país que aspira a ser democrático (aunque no somos los mejores para hablar de ello después de lo ocurrido con El Jueves). La transparencia en la gestión de lo público, atajando la corrupción de raíz. La construcción de una sociedad civil que realmente influya en las fuerzas políticas ayudando a la democratización y fortaleza de las mismas, pueden permitir que la monarquía tenga un papel más representativo y menos ejecutivo. Sin obviar la promoción de una cultura tradicional que conviva perfectamente con nuevas propuestas emergentes e innovadoras y el respeto y preservación del medio ambiente y el patrimonio. Apoyando la creación de espacios culturales autónomos, independientes y autosuficientes que permitan difundir la realidad cultural marroquí en el exterior y muestren en el país las nuevas propuestas internacionales.

Y por supuesto la educación. Donde la identidad propia no debe asociarse con el pasado y lo nuevo con el futuro. El rodaje de Babel de Alejandro González Iñárritu, fue realizado en parte en la pequeña aldea de Taguenzalte que no estaba electrificada. Como parte del pago, los productores se comprometieron a llevar la electricidad. Un tiempo después el lugar está repleto de parabólicas; ejemplo de la realidad de un país anclado en sus raíces pero que no quiere que el progreso pase de largo. Como lo es el que muchas mujeres usen el hijab “velo” como muestra de identidad, ocupen las mayores responsabilidades, se bañen en bikini en la playa o usen minifalda en Casablanca.

Olvidémonos de debates inútiles, incomprensibles por nuestro desconocimiento y visión exclusiva del mundo y centrémonos en lo importante.

La UE debe percatarse de la importancia del país para las relaciones africanas en su conjunto. Debe mirar al mismo como lo ha hecho con los países del Este. Relaciones de igualdad, no de prepotencia ni subordinación. Los catorce kilómetros que nos separan deben crear puentes y fomentar el respeto. Lo mejor de Marruecos son sus gentes y hacía ellas deben dirigirse todos los esfuerzos e iniciativas. España, sus agentes sociales y culturales tienen un papel determinante a realizar con la seguridad que en las dos orillas saldremos beneficiados.

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