Los electores griegos no deben dejarse intimidar


Artículo originalmente publicado por Mark Weisbrot en US News & World Report

Volvemos a lo mismo de siempre. Hablan de que Grecia abandonará el euro, y el gobierno alemán ha intentado plantear que aquella salida no significa gran cosa para Europa; luego, aparentemente, se distanció de dicha posición. Al mismo tiempo, el gobierno alemán parece querer influir en la elección griega, fijada para este 25 de enero, al sugerir que si el partido de izquierda Syriza ganara, la salida de Grecia sería el resultado. Syriza, liderada por el popular y carismático Alexis Tsipras, no amenaza con dejar la zona euro, pero sí ha prometido renegociar la insostenible deuda griega. Syriza también propone revertir las devastadoras políticas de austeridad en Grecia, impuestas por las autoridades europeas, que le han traído al país 6 años de crisis y un desempleo superior al 25 por ciento.

Ya hemos oído antes buena parte de esta historia, sin embargo la manera en que la mayoría de los medios la presenta puede generar confusión con respecto a lo que está pasando realmente. En particular, todo ese alarde de cómo responderán los mercados financieros a la elección es algo engañoso. Los mercados financieros no son la fuerza motriz en este caso. Más bien, se trata de las autoridades europeas, con el Banco Central Europeo (BCE) al frente. Mario Draghi, el presidente del BCE, confirmó este hecho por encima de cualquier duda el 26 de julio pasado, cuando puso fin a la crisis financiera en Europa con apenas unas palabras, al anunciar que el BCE estaba “dispuesto a hacer lo que fuera para preservar el euro.”

Ni siquiera tuvo que respaldar su anuncio con dinero contante y sonante. El rendimiento de los bonos de los gobiernos europeos en dificultad –incluyendo la deuda de Italia y España, de tamaño suficiente como para provocar un colapso europeo– se vino a la baja, y de repente la crisis financiera en torno al euro había culminado.

Lo que esto demostró al mundo, para los que estaban atentos, fue que los últimos dos años de crisis (y recesión) financiera tuvieron poco que ver con lo que “pensaban” los mercados financieros; fueron más bien el resultado directo de la prolongación de la crisis por las autoridades europeas, con el fin de extraer concesiones de los agobiados gobiernos del sur de Europa.

Lamentablemente, el fin de la crisis financiera no resultó ser el fin de los problemas de la zona euro; dado que se mantuvo la austeridad fiscal, la economía de la zona euro no se recuperó realmente.  El desempleo, que alcanza un 11,5 por ciento para la zona euro, permanece cercano a niveles máximos; y el Comité Fijador de Fechas de Ciclos Comerciales de la Zona Euro, aún no ha anunciado el final de la segunda recesión, que comenzó hace tres años.

Tsipras está caminando en una cuerda floja, tirado entre exigir lo que el pueblo griego necesita y clama con urgencia, por un lado, y no permitir que las autoridades europeas espanten a los electores para que no votan por su partido, por el otro. Las autoridades europeas buscan convencer a los electores griegos de que no tienen opciones, y que un voto por Syriza significa que se verán forzados a salirse del euro, trayendo como resultado un desastre económico.

Pero no es cierto. Cabe destacar que Grecia posee bastante poder de negociación que aún no ha sido utilizado. Independientemente de lo que diga el gobierno alemán, tiene un temor real y justificado en cuanto a la expulsión de Grecia de la zona euro. El temor no gira en torno a qué ocurrirá con los mercados financieros –algo que el BCE ha demostrado poder manejar– sino el escenario planteado por el ex economista del FMI, Arvind Subramanian en el año 2012: la posibilidad de que Grecia podría, luego de una crisis inicial, recuperarse de forma mucho más rápida que el resto de la zona euro, haciendo que otros países también quieran salirse del euro.

Una recuperación solida no estaría garantizada - requeriría una buena gestión económica – pero . por varias razones, sería el corolario más probable de dejar el euro. Este hecho es aún más cierto hoy día que hace unos años, dado que Grecia registra un superávit primario a nivel presupuestario al igual que en su balanza comercial.

Grecia sigue enfrentando un futuro deprimente bajo el actual programa europeo, con un desempleo de 18 por ciento incluso para el 2017, según las proyecciones del FMI, que con frecuencia han sido demasiado optimistas en el pasado. El desempleo masivo también se vislumbra como la norma en la zona euro, con un desempleo superior al 10 por ciento para el 2017, incluso si el programa de las autoridades de la zona euro resulta “exitoso”; sin contar todos los demás sacrificios en cuanto al nivel de vida, que incluyen recortes en la inversión en salud, las pensiones públicas, los salarios mínimos y los servicios del gobierno.

Este castigo prolongado e ingeniería social regresiva por parte de las autoridades europeas, solo se hace posible porque el electorado ha ejercido poca o ninguna influencia sobre las decisiones más importantes en materia de política económica. Los griegos intentan reconquistar parte de ese terreno perdido, de ahí que los de arriba se empeñen en tratar de intimidarles.

 Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research, en Washington, D.C. (www.cepr.net ). También es presidente de la organización de política exterior, Just Foreign Policy ( www.justforeignpolicy.org ).

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