Reinas y heroínas de África, las mujeres más olvidadas de la historia

Anne Zingha fue reina de Angola y siempre se negó a someterse a los conquistadores, tratándoles y negociando con ellos en condiciones de igualdad. Ilustración: Biblioteca Pública de Nueva York.

Anne Zingha, reina de Ángola: 

Texto publicado hace unos días en El Asombrario.

Si África, su historia y cultura, es la gran olvidada para muchos de nosotros, ¿qué diremos de las mujeres africanas? El libro de la periodista e investigadora Sylvia Serbin, de origen antillano, ‘Reinas de África y heroínas de la diáspora negra’(Wanafrica Ediciones), trata de enmendar tanto vacío, tanto tópico, tanto prejuicio, tanto error, dándonos a conocer a valientes y poderosas mujeres negras que lucharon por sus pueblos. Auténticas líderes de las que casi nadie se acuerda. Aquí van unos cuantos nombres y sus sorprendentes historias.
África. De ella suele hablarse como un conjunto homogéneo, donde sus múltiples realidades son desconocidas. Análisis y comentarios que contribuyen a perpetuar imágenes, relatos limitados, poco diversos y profundamente irreales. Tópicos trillados, habitualmente de carácter negativo.
¿Cuántos somos capaces de mostrar en un mapa dónde se encuentra cada uno de sus países? ¿Sus banderas? ¿Sus líderes más conocidos? O algo más simple, de andar por casa: ¿alguien recuerda la denominación de las antiguas colonias/provincias españolas en el continente?
Si esto ocurre de manera generalizada, de ellas ya ni hablemos. ¿Cuántos nombres de mujeres africanas, y de su diáspora, han sido reconocidas en la historia universal? ¿Cuántas somos capaces de recordar, sin pararnos a pensar?
La periodista e investigadora Sylvia Serbin se propuso contribuir a rebajar nuestra ignorancia cuando su hija con ocho años preguntó: “¿Cómo es que lo demás países tienen mujeres célebres y no la gente como nosotros (con la piel negra, se sobreentiende)? Los indios tienen a Pocahontas, los americanos a Calamity Jane, los franceses a Juana de Arco, los ingleses a la reina Victoria. Y nosotros, ¿no existíamos antes?”.
En los últimos años se han hecho esfuerzos manifiestos por recuperar a muchas mujeres protagonistas de la historia, rescate que, sin embargo, ha dejado a un lado a las mujeres negras, sin relevancia para ser visibles y reconocidas. Serbin va más allá: “Los niños de origen negro, en particular, difícilmente podrán construirse una identidad fuerte si solo disponen de la esclavitud y la colonización como patrimonio histórico sobre el que apoyarse”. ¿Los pueblos negros nunca han hecho nada relevante en toda la historia? Evidentemente no es así. África, y su diáspora, cuenta con abundantes relatos, la mayoría orales, que desmontan ese discurso.
La investigadora, de origen antillano, en su libro Reinas de África y heroínas de la diáspora negra, nos relata en más de 350 páginas historias protagonizadas por ellas que marcaron y dejaron huellas en sus pueblos, formando parte de vivencias y testimonios, en la mayoría de las coyunturas no identificables.
Rebeliones contra el saqueo. El comercio de personas. La esclavitud. La contribución a la producción, al desarrollo de sus pueblos. Luchas por la libertad. Contra la intolerancia sexual. El enfrentamiento a propuestas religiosas importadas que las culpabilizaban, haciendo retroceder los estatus logrados. Su labor por preservar tradiciones, creencias y acciones milenarias que los colonialistas incitaban para su desaparición.
Reinas como Anne Zingha, la reina de Angola que siempre se negó a someterse a los conquistadores, tratándoles y negociando con ellos en condiciones de igualdad, siempre acompañada de sus mejores amantes. Abla, la princesa Pokou, que encabezaba las batallas militares con su hijo a la espalda, al que no dudó en sacrificar para salvar a su pueblo.
Tassinn Jangebe la efímera reina de Dahomey que en la ceremonia de su abdicación no dudó en rociar con agua, ante la multitud presente, sus partes más íntimas mientras gritaba por el dolor sufrido por la pérdida de su hijo. No se había vuelto loca. Formaba parte de una tradición de los akan de Ghana y Costa de Marfil, así como los fons de Dahomey, que consideraban que cuando un gran peligro amenazaba a su sociedad, ellas deberían mostrar lo más íntimo y oculto, caminando en procesión completamente desnudas, denunciando de esa manera que si las tensiones se perpetúan la sociedad se desintegra.
Ndete Yalla, reina Walo, que tuvo que enfrentarse a dos realidades complejas. Por una parte, los moros trarzas, guerreros esclavistas que vivían del comercio transahariano, sembrando el terror en sus territorios de influencia. Por otra, los colonialistas franceses que no soportaban pagar los impuestos marcados por las autoridades locales.
Las Ranavalonas, dinastías de reinas de Madagascar; una de ellas tomó las armas al frente de su pueblo para luchar contra los franceses que querían apropiarse de sus tierras y territorios, siendo el pueblo malgache un pueblo bastante más culto que la mayoría de los integrantes del ejercito invasor, cuyo máximo responsable, el general Joseph Gallieni, dio reiteradas muestras de su crueldad, brutalidad y desprecio.
Mujeres influyentes como la egipcia Nefertiti. Mientras la historia nos la suele recordar como una mujer de enorme belleza, se oculta el papel determinante que tuvo en el Nuevo Imperio como mujer de acción. La maliense Kassa. Malan Alua, la mesalina negra, de Costa de Marfil, recordada por sus amantes y por su crueldad. Nadie se atrevía a negarle nada, a llevarle la contraria, por las terribles consecuencias que podría acarrear. Madame Tinubu, política y respetada mujer de negocios, que en la Nigeria actual todavía es venerada.
Un grupo de Minos llevadas a Paris en 1891
Un grupo de Minos o amazonas de Dahomey llevadas a París en 1891. Foto: Creative Commons.
Luchadoras como Kahina, reina de los Aurés, encabezando las luchas de los bereberes contra los conquistadores árabes del Magreb. Las heroicas de Nder, capital del pequeño reino Walo, que prefirieron sacrificarse conjuntamente antes que ser tomadas por los esclavistas. Los senegaleses todavía recuerdan aquel Talata Nder “Martes de Nder”. Soledad mártir de la esclavitud, violada en el barco que la llevaba a las Antillas, y que fue conducida el 29 de noviembre de 1802 a un patíbulo de la isla de Guadalupe. Harriet Tubman, la Moisés del pueblo negro norteamericano.
Guerreras como las amazonas de Dahomey, siempre en la primera línea de combate, mientras en paralelo las demás mujeres dahomeanas participaban como enfermeras o en tareas de avituallamiento. Aquellas valientes fueron humilladas al ser derrotadas por las tropas francesas, en 1894, siendo expuestas en el Jardín de Aclimatation de París en el marco “exhibición de salvajes”.
Madres de héroes como Sogolon Kedjou, madre del fundador del imperio mandinga. Nandi, madre de Shaka, fundador del imperio zulú. Sin olvidar a Nongqawuse, trágica profetisa de los xhosas de Sudáfrica. Dona Beatriz, la Juana de Arco del antiguo Reino del Kongo, o Alice Lenshina, fundadora de la Iglesia Lumpa de Zambia.
Serbín no se olvida de víctimas como la Venus hotentote. De romances principescos como los de Yennega, la amazona burkinesa, o el de la princesa de Gao, Salou Casais, todo ello completado con una importante bibliografía para profundizar en cada uno de esos relatos y una serie de imágenes para visibilizar lo narrado.
Si la historia general de África nos es desconocida para la mayoría, la de sus mujeres está mucho más oculta y silenciada. Reinas de África es un acercamiento plural, certero y respetuoso que se agradece y ayuda a enmendar esa realidad.

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