"Realistic Manifesto" animación de Stefan Bürke, basado en el manifiesto (incluido) de Naum Gabo y Antoine Pevsner
Animación basada en el "Manifiesto Realista" de Naum Gabo y Antoine Pevsner. El "Manifiesto Realista" es uno de los escritos diversos sobre el constructivismo.
El constructivismo se define de manera diferente, debido a la variedad de posiciones artísticas existentes hace imposible una definición concreta y definitiva. Reacción a las realidades de su época: producción masiva, movilidad (tren y coche), comunicación de masas, desarrollo de las ciudades. Bajo estas circunstancias, el arte no es una reproducción sin más, debe aportar ideas que reflejen la vida cotidiana: una casa, un cartel, una silla, una ciudad, un automóvil
Bürke utiliza ilustraciones propias basadas en inventos, hechos y fechas relacionados, incrustrando "gráficos" mezclando información e ilustración.
Se presentó en el Festival Gogbot 2009 de Enschede.
MANIFIESTO REALISTA o CONSTRUCTIVISTA
Naum Gabo y Antoine Pevsner
1920
En el torbellino de nuestros días activos, mas allá de las cenizas y de las ruinas del
pasado, ante las cancelas de un futuro vacuo, nosotros proclamamos ante vosotros,
artistas, pintores, escultores, músicos, actores y poetas, ante vosotros, personas
para las que el Arte no es solo una mera fuente de conversación, sino el manantial
mismo de una real exaltación, nuestra convicción y los hechos.
Hay que sacar al Arte del callejón sin salida en que se halla desde hace
veinte años.
El progreso del saber humano con su potente penetración en las leyes misteriosas
del mundo, iniciada a comienzos de este siglo, el florecimiento de una nueva
cultura y de una nueva civilización, con un excepcional (por primera vez en la
historia) movimiento de las masas populares hacia la posesión de las riquezas
naturales, movimiento que abraza al pueblo en estrecha unión, y, por último, pero
no menos importante, la guerra y la revolución (corrientes purificadoras de una era
futura) nos ha llevado a considerar las nuevas formas de una vida que ya late y
actúa.
¿Cómo contribuye el Arte a la época actual de la historia del hombre?
Posee los medios necesarios para dar vida a un nuevo Gran Estilo? ¿O supone
acaso que la nueva época puede acoger una nueva creación sobre los cimientos de
la antigua? A pesar de las instancias del espíritu renaciente de nuestro tiempo, el
Arte se alimenta de impresiones, de apariencia exterior, y vaga impotente entre el
naturalismo y el simbolismo, entre el romanticismo y el misticismo.
Los intentos realizados por cubistas y por futuristas para sacar a las artes
figurativas del fango del pasado solo han producido nuevos desencantos.
El cubismo, que había partido de la simplificación de la técnica representativa,
acabo por encallar en el análisis. El revuelto mundo de los cubistas, despedazado
por la anarquía intelectual, no puede satisfacer a quienes, como nosotros, ya hayan
realizado la Revolución y están construyendo y edificando un mundo nuevo.
Se puede sentir interés por las experiencias de los cubistas, pero no adherirse a su
movimiento, pues estamos convencidos de que sus experiencias solo arañan la
superficie del Arte y no la penetran hasta sus raíces, y también nos parece evidente
que su resultado final no conduce más que a la misma representación superada, al
mismo volumen superado y, una vez más, a la misma superficie decorativa.
En sus tiempos, se hubiera podido exaltar el futurismo por el nuevo aire que aportó
su anunciada revolución en el Arte, por su crítica demoledora del pasado; como
único modo de asaltar las barricadas artísticas del buen gusto, exigía mucha
dinamita; pero no se puede construir un sistema artístico sobre una sola frase
revolucionaria.
Bien mirado, tras la fachada del futurismo solo había un vacuo charlatán, un tipo
hábil y equivoco, hinchado de palabras como patriotismo, militarismo, desprecio por
la mujer y parecidas sentencias provincianas.
En cuanto a los problemas estrictamente pictóricos, el futurismo no pudo hacer más
que repetir los esfuerzos, que ya fueron inútiles con los impresionistas, por fijar en
el lienzo un reflejo puramente óptico. Hoy todos sabemos que el simple registro
grafico de una secuencia de movimientos momentáneamente fijados no puede
recrear el movimiento. Solo recuerda el latido de un cuerpo muerto.
El pomposo eslogan de la velocidad fue un clarín de guerra para los futuristas.
Admitimos la sonoridad de tal eslogan y comprendemos muy bien que es superior
al más potente eslogan provinciano. Pero intentad preguntar a un futurista como se
imagina la velocidad, e inmediatamente aparecerá todo un arenal de locos
automóviles y depósitos de chirriantes vagones y alambres intrincados, el
estruendo y el ruido de calles atestadas de vehículos. ¿Es necesario convencer a los
futuristas de que todo ello no ocurre por la velocidad y sus ritmos?.
Mirad un rayo de sol, la más inmóvil de las fuerzas inmóviles. Tiene una velocidad
de 300000 kilómetros por segundo. Observad nuestro firmamento estelar que el
rayo atraviesa... ¿Que son nuestros depósitos comparados con los del universo?
¿Que son nuestros trenes terrestres comparados con los veloces trenes de las
galaxias?
Ciertamente, todo el estruendo de los futuristas acerca de la velocidad es un hecho
demasiado sabido, pero desde el momento en que el futurismo proclamó que
Espacio y Tiempo son los muertos de ayer, se hundió en la oscuridad de las
abstracciones.
Ni el futurismo ni el cubismo han ofrecido a nuestro tiempo lo que se esperaba de
ellos.
Salvo estas dos escuelas artísticas, nuestro pasado reciente no ha ofrecido nada
importante ni interesante.
Pero la vida no espera; las generaciones no cesan de crecer, y nosotros, que
sucedemos a los que entraron en la historia y poseemos los resultados de sus
experiencias, sus errores y sus éxitos, después de años de experiencias semejantes
a siglos, proclamamos:
Ningún movimiento artístico podrá afirmar la acción de una nueva cultura en
desarrollo hasta que los mismos fundamentos del Arte estén construidos sobre las
verdaderas leyes de la vida, hasta que todos los artistas digan con nosotros: Todo
es ficción, solo la vida y sus leyes son auténticas, y en la vida solo lo que es activo
es maravilloso y capaz, fuerte y justo, porque la vida no conoce belleza en cuanto
medida estética. La más grande belleza es una existencia efectiva.
La vida no conoce ni el bien ni el mal ni la justicia como medida moral...., la
necesidad es la mayor y más justa de todas las morales.
La vida no conoce verdades racionales abstractas como metro de conocimiento: el
hecho es la mayor y más segura de las verdades.
Estas son las leyes de la vida. ¿Puede el Arte soportar tales leyes si se construye
sobre la abstracción, el espejismo, la ficción?
Nosotros decimos:
Espacio y tiempo han renacido hoy para nosotros.
Espacio y tiempo son las únicas formas sobre las cuales la vida se
construye, y sobre ellos, se debe edificar el Arte.
Perecen los Estados y los sistemas políticos y económicos; las ideas se derrumban
bajo la fuerza de los siglos, pero la vida es fuerte y crece y el tiempo prosigue en su
continuidad real. ¿Quién nos mostrará formas más eficaces que estas? ¿Quién será
el genio que nos dé cimientos más sólidos que estos?
¿Qué genio nos contara una leyenda más maravillosa que la fábula prosaica que se
llama vida?
La actuación de nuestras percepciones del mundo en forma de espacio y tiempo es
el único objetivo de nuestro arte plástico.
No medimos nuestro trabajo con el metro de la belleza y no lo pesamos
con el peso de la ternura y de los sentimientos.
Con la plomada en la mano, con los ojos infalibles como dominadores, con un
espíritu exacto como un compás, edificamos nuestra obra del mismo modo que el
universo conforma la suya, del mismo modo que el ingeniero construye los puentes
y el matemático elabora las fórmulas de las órbitas.
Sabemos que todo tiene una imagen propia esencial: la silla, la mesa, la lámpara,
el teléfono, el libro, la casa, el hombre. Son mundos completos con sus ritmos y sus
órbitas.
Por esto, en la creación de los objetos les quitamos las etiquetas del propietario,
totalmente accidental y postiza, y solo dejamos la realidad del ritmo constante de
las fuerzas contenidas en ellos.
1. Por ello, en la pintura renunciamos al color como elemento pictórico:
el color es la superficie óptica idealizada de los objetos; es una impresión
exterior y superficial; es un accidente que nada tiene en común con la
esencia mas intima del objeto. Afirmamos que la tonalidad de la sustancia,
es decir, su cuerpo material que absorbe la luz, es la única realidad
pictórica.
2. Renunciamos a la línea como valor descriptivo: en la vida no existen
líneas descriptivas; la descripción es un signo humano accidental en las
cosas, no forma una unidad con la vida esencial ni con la estructura
constante del cuerpo. Lo descriptivo es un elemento de ilustración gráfica,
es decoración. Afirmamos que la línea solo tiene valor como dirección de las
fuerzas estáticas y de sus ritmos en los objetos.
3. Renunciamos al volumen como forma espacial pictórica y plástica: no
se puede medir el espacio con el volumen, como no se puede medir un
líquido con un metro. Miremos el espacio... ¿Qué es sino una profundidad
continuada? Afirmamos el valor de la profundidad como única forma espacial
pictórica y plástica.
4. Renunciamos a la escultura en cuanto masa entendida como
elemento escultural. Todo ingeniero sabe que las fuerzas estáticas de un
cuerpo sólido y su fuerza material no dependen de la cantidad de masas;
por ejemplo: una vía de tren, una voluta en forma de T, etc... Pero vosotros,
escultores de cada sombra y relieve, todavía os aferráis al viejo prejuicio
según el cual no es posible liberar el volumen de la masa. Aquí, en esta
exposición, tomamos cuatro planos y obtenemos el mismo volumen que si
se tratase de cuatro toneladas de masa. Por ello, reintroducimos en la
escultura la línea como dirección y en esta afirmamos que la profundidad es
una forma espacial.
5. Renunciamos al desencanto artístico enraizado desde hace siglos,
según el cual los ritmos estáticos son los únicos elementos de las
artes plásticas. Afirmamos que en estas artes esta el nuevo elemento de
los ritmos cinéticos en cuanto formas basilares de nuestra percepción del
tiempo real.
Estos son los cinco principios fundamentales de nuestro trabajo y de nuestra
técnica constructiva.
Hoy proclamamos ante todos vosotros nuestra fe. En las plazas y en las calles
exponemos nuestras obras, convencidos de que el arte no debe seguir siendo un
santuario para el ocioso, una consolación para el desesperado ni una justificación
para el perezoso. El arte debería asistirnos allí donde la vida transcurre y actúa: en
el taller, en la mesa, en el trabajo, en el descanso, en el juego, en los días laborales
y en las vacaciones, en casa y en la calle, de modo que la llama de la vida no se
extinga en la humanidad.
No buscamos consuelo ni en el pasado ni en el futuro. Nadie puede decirnos cual
será el futuro ni con cuales instrumentos se le puede comer.
Es imposible no engañarse sobre el futuro y sobre el se pueden decir cuantas
mentiras se quieran.
Para nosotros, los gritos sobre el futuro equivalen a las lágrimas sobre el pasado. El
repetido sueño con los ojos abiertos de los románticos. El delirio simiesco del viejo
sueño paradisíaco con atuendos contemporáneos.
Quien hoy se ocupe del mañana se ocupa en no hacer nada.
Y quien mañana no nos dé nada de lo que haya hecho hoy no es de ninguna
utilidad para el futuro.
El hoy pertenece al hecho. Lo tendremos en cuenta también mañana.
Dejemos el pasado a nuestras espaldas como una carroña.
Dejemos el futuro a los profetas.
Nosotros nos quedaremos con el hoy.
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