Revolución Sin Armas en la Comuna 13 de Medellín



La segunda ciudad de Colombia, considerada la más peligrosa del mundo hace años, la reinventan sus jóvenes a través de hip hop, cultura, educación y redes. Pero la guerra siempre es una amenaza. Las comunidades de no violencia son atacadas precisamente por no sumarse a las bandas delictivas de sus barrios.
El día 16 de octubre de 2002 las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y la Fuerza Aérea colombianas comenzaron a bombardear y disparar desde helicópteros, la calle y terrazas de casas humildes, la Comuna 13 de Medellín. 1.000 militares y cerca de 800 paramilitares causaron en torno a 70 muertos y más de 300 desaparecidos. La denominada “Operación Orión”, calificada como terrorismo de Estado, duró algo más de una semana y se desarrolló a los pocos meses de asumir la presidencia Álvaro Uribe Vélez. El exalcalde y exgobernador de Antioquia, el departamento cuya capital es Medellín, justificaba la acción como respuesta a las actividades de las FARC, la guerrilla más longeva de América Latina. El escenario, el mismo lugar donde operaban los Comandos Armados del Pueblo (CAP) y donde años antes Pablo Escobar reclutó a algunos de sus más fieles colaboradores, logrando la máxima movilidad para sus negocios, gracias a las licencias aéreas que le concedió el mismo Uribe cuando era Director de la Aeronáutica Civil, según cuenta la examante del famoso narco, la periodista y escritora Virginia Vallejo.
En 2013 la ciudad que fue considerada como la más peligrosa del mundo, fue galardonada en el concurso “City of the Year,” organizado por The Wall Street Journal, como la más innovadora del planeta. ¿Qué ha ocurrido? Puede parecer fruto de un proceso político donde factores medioambientales, culturales y educacionales, la mejora del transporte y los servicios públicos modifican la ciudad, pero es algo más complejo donde la sociedad civil tiene un significativo protagonismo.
En la mencionada Comuna 13, dividida en 15 barrios y siete sectores y situada en la zona occidental de la ciudad, se está produciendo una de las transformaciones más sugerentes de América Latina, protagonizada por su población más joven, muchos de ellos artistas. Se han manifestado y rebelado, han dicho no al narcotráfico, no a los paramilitares, no a los abusos del Estado y de la guerrilla, no a la corrupción y a los sicarios. Los nombres de sus armas: cultura, educación, formación, diálogo. Pueden cambiar no solo su destino, también el mundo. Lo saben, combaten por ello. Utilizan el hip hop como instrumento, como herramienta sediciosa. En la Comuna 13 luchar por la paz es lo más revolucionario. Música rap, grafitis reivindicativos, breakdance para ocupar las calles, DJs para remezclar lo antiguo y hacerlo nuevo. Vídeo, fotografía, cine, teatro, medios, radios comunitarias. Diseño de nuevos espacios, transformación de los existentes. Jeison Castaño “Jeihhco”, hip hoper y gestor cultural e integrante del grupo C15, señala “acupuntura cultural para construir grandes proyectos desde los puntos más cercanos”.
El festival Revolución Sin Muertos es un encuentro musical para no olvidar lo ocurrido, denunciar la violencia, pero también para crear redes y buscar puentes comunes de participación e integración. “Si la revolución te llevó a caminar, revoluciónate, deja las armas y a dialogar”, se escucha en uno de sus spots promocionales.

Semillas de Futuro es un colectivo que se denomina de agro-arte con el propósito de fomentar “la unión entre comunas, generar opciones de vida por medio de la siembra y el arte, unir la fuerza de la vida natural con la proyección artística”. Al mismo pertenecía Juan Camilo Giraldo “Morocho”, joven rapero de 14 años asesinado el pasado 12 de enero.
Se han creado escuelas de hip hop como la 4EE: Cuatro Elementos Eskuela (en la Comuna 4) y la Escuela de Hip Hop Kolacho. Esta última toma el nombre del fundador de C15 asesinado el 24 de agosto de 2009. Amigos y compañeros del grupo la han puesto en marcha “para promover la filosofía de la no violencia a través de los elementos básicos del hip hop con niños, niñas y jóvenes”. Cada día cuando acaba el horario lectivo, las escuelas no cierran sus puertas. Sus aulas acogen esta educación, no reglada, pero profundamente pedagógica y ciudadana. Alguna de estas escuelas cuentan con más de setecientos alumnos. El periodista y escritor Juan Mosquera comenta sobre esta realidad “así el germen de resistencia se esparce. Porque la cultura en mi ciudad ha sido herramienta de resistencia durante décadas”.

Yolanda Agudo López es responsable del proyecto Fábrica de Rimas, festival internacional de hip hop, en el que participan raperos y artistas relacionados con la cultura urbana –además de otras disciplinas– españoles, colombianos y marroquíes, que ya se ha presentado en Casablanca, en el Festival Pirineos Sur, Rabat y Medellín. “Pretendemos mostrar la cultura hip hop como arma de transformación social, difundiendo la labor de unos artistas, habitualmente silenciados por lo medios, dando voz a quienes no se la dan”.
La trascendencia de estas iniciativas hace que sus protagonistas estén en el punto de mira de los más violentos, al evidenciar que cada vez existen menos opciones para recabar jóvenes adeptos de la violencia. Por ello cada cierto tiempo toman medidas intimidatorias. Víctimas y verdugos en el mismo escenario. Los raperos por su papel diligente y por ser un ejemplo en el que muchos y muchas se miran, son objetivo preferente. En los últimos años, una docena han sido asesinados y algo más de medio centenar tuvieron que abandonar sus hogares refugiándose en lugares habilitados por la Alcaldía.

Jorge Melguizo fue Secretario de Cultura con los dos alcaldes, Sergio Fajardo y Alonso Salazar, que han transformado la ciudad, comenta lo siguiente desde México: “la muerte de los raperos no la veo como una determinación específica contra el movimiento ‘hoper’ o contra uno de sus colectivos en particular. La mayoría han sido en circunstancias que en Medellín hacen parte del dramatismo de ser joven y vivir en algunos de los barrios en los que el microtráfico intenta controlar todo lo que se mueva en ellos: el que sale de sus reglas termina expulsado o muerto. Es muy especial que la muerte de los raperos de Medellín sea noticia: antes no pasaba. Que la muerte de los raperos cada vez sea noticia nos habla de la importancia que ellos han tomado no solo en la vida cultural de la ciudad sino, también, en la construcción de nuevos referentes sociales en sus barrios”.
Mosquera comenta sobre ello: “Caer en el simplismo de quedarse con la primera línea del periódico que dice mataron un rapero (otra vez) asistimos a la naturalización del asesinato, nos acostumbramos a leer el cómo y olvidamos que la pregunta es por qué. Y en ese desvío se pierde el quién. Quién mata. Quién muere. Quién sigue. Y algunos confunden entonces el rap con culpa”. Melguizo insiste “no pasa lo mismo con las otras muertes de los muchos jóvenes que asesinan en Medellín: no son noticia” y es que la juventud tiene un protagonismo esencial en la ciudad.
Javier Brun es técnico de cultura del Ayuntamiento de Huesca y participa en múltiples manifestaciones educativas por Colombia: “Mi primera sorpresa, y admiración, fue ver a verdaderos líderes, chicos y chicas adolescentes, que desde el asociacionismo juvenil usan las actividades y la práctica cultural como prevención de la violencia en sus barrios”. Agudo López corrobora al técnico oscense: “es sorprendente ver la madurez de niños, niñas y niños jóvenes de 12, 13, 14 años, son un ejemplo”.

La capital paisa, Medallo, como es conocida en el país, cambia, se transforma, se reinventa. Sus habitantes no quieren estar presos en su propia ciudad, como habitualmente se reconocía. Ciudad viva gracias a unos dirigentes que han desarrollado iniciativas innovadoras utilizando la cultura, el medio ambiente y la recuperación del espacio público como ejes. Con una implicación ciudadana clave, con un papel determinante de los más jóvenes donde el hip hop ha recobrado su legítimo significado social y político. El mismo que se expandió por las calles de Nueva York inspirándose ideológicamente en los Black Panthers y en la contracultura urbana. En la Comuna 13 hoy resuenan las palabras de John Sinclair “la obligación de un revolucionario es hacer la revolución, la labor de un músico es hacer música, pero hay una ecuación que no debe pasarse por alto: la música es revolución”. Pero como señala Mosquera, “Balas que vienen, rimas que se van. Hay canciones que nunca más se escucharán igual”.

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