¿Y de lo nuestro, qué?
Artículo de opinión publicado en La Marea http://www.lamarea.com/2014/02/27/y-de-lo-nuestro-que/ y Nueva Tribuna http://www.nuevatribuna.es/opinion/ruben-caravaca/y-nuestro/20140227190930101255.html
Sigo con mayor o menor intensidad
el debate de estos días en el Congreso.
No deja de sorprender que prácticamente no haya casi referencias a la cultura.
Solo Durán i
Lleida comentó algo de pasada y desde
una perspectiva muy local, la realidad catalana, obviando los recortes que los
gobiernos municipales y la Generalitat
están aplicando.
Estamos hablando de un sector que según datos
oficiales representa cerca del 3% del PIB
español, quedando por encima, por ejemplo, de la industria energética. Se
parlamentó mucho de fiscalidad, pero el IVA
cultural no aparece prácticamente aunque este Gobierno lo ha subido en 13 puntos, muy por encima del aplicado en Portugal (13%), Alemania (7%), Francia (5,5%),
Luxemburgo (3%) o Noruega (0%), y otros países del
entorno europeo.
La
Asociación de Promotores Musicales denunció en su momento que la música en
directo disminuyó en un 28,92% su recaudación en los cuatro primeros meses de
la aplicación del nuevo IVA. La Federación Estatal de Asociaciones de
Empresas de Teatro y Danza (FAETEDA) reveló que el teatro en esos cuatro
meses perdió un 1,8 millones de espectadores, 31,43% menos con respeto al mismo
periodo del año anterior, cayendo los ingresos en un 33% y desapareciendo 600
puestos de trabajo directos. Mientras, el sector cinematográfico estima que
pueden cerrar cerca de 1.000 salas de exhibición por esta medida.
Solo el diputado de CIU interpeló sobre ello. Tampoco se habló de la cacareada Ley
de Mecenazgo, que con casi toda seguridad solo beneficiará a las
grandes empresas, industrias culturales y fundaciones dependientes de estas, ni
de otras regulaciones que debieran permitir una cierta estabilidad y crecimiento del sector.
Por lo escuchado en nuestra cámara de
representantes, a nadie parece interesar un sector que mueve cerca de medio
millón de empleos y que se desarrolla entre la temporalidad y la precariedad de
la mayoría. Nadie plantea una Ley de la
Cultura que permita el desarrollo de políticas globales teniendo presente
la temporalidad y lo efímero de muchos proyectos. Tampoco parece estar en
ninguna agenda política una Ley de
Financiación de la Cultura, que vaya más allá del mero mecenazgo. Otra vez
comprobamos que lo único que parece importar es el desarrollo de normas
relacionadas con la propiedad intelectual e Internet. La presión de las grandes
industrias del entretenimiento son evidentes, como en su momento relevaron los
cables de WikiLeaks.
Estamos en vísperas electorales:
europeas, luego municipales y autonómicas y posteriormente generales. La clase
política que ignora la cultura, y a sus trabajadores, en el Parlamento y en las instituciones
recurrirá a ella y a ellos como figurantes de una estudiada puesta en escena.
Se debería entonces recordar el olvido generalizado que sufre el resto del
tiempo. ¿O quizás sea pedir demasiado y salirse de una escenografía donde se ha
vivido cómodamente durante mucho tiempo?
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