"No es una crisis, es un impasse"

Columna de opinión aparecida en el último número de Cambio 16.
http://cambio16.es/not/4175/no_es_una_crisis__es_un__lsquo_impasse_rsquo_/
 
Arrancamos el 2014 con una premisa que nos acompaña desde hace tiempo: el impasse. Nadie parece saber a ciencia cierta a qué atenerse, qué futuro nos espera. No tuvo ninguno Aaron Swartz, que acabó suicidándose hace apenas un año tras conocer la petición de la fiscal Carmen Ortiz –nombrada por la Administración Obama–, de 35 años de condena de prisión por haber puesto a disposición del dominio público cientos de documentos de carácter científico.

El fundador del Centro de Ética de la Universidad de Harvard y activista en Avaaz, sucumbió ante el terror de la globalización, la misma que nos prometía conseguir la felicidad en la tierra y no en los cielos. El evangelio y la salvación pasaban a mejor vida a nivel mundial menos aquí, claro. Rajoy, Gallardón, Botella, Rouco, Aguirre, Cospedal y el resto de la banda, se empeñan en recordar que debemos seguir siendo “la reserva espiritual de Occidente”.

Pero poco a poco observamos que cada vez hay más materiales en Open Access (Acceso Abierto), aunqueno deja de sorprender que todo tenga que ser fruto de esfuerzos agotadores, para que todos y todas podamos acceder al conocimiento. No es extraño que The Economist eligiera a Uruguay como país del año. Es de suponer que no habrá sido por la legalización de la marihuana, sino más bien por haber dado pasos significativos en la difusión del conocimiento, a partir de la Ley de Software Libre y Formatos Abiertos aprobada el pasado mes de diciembre.
Recientemente el Club de Debates Urbanos de Madrid presentó un trabajo en cuatro tomos “Madrid, materia de debate” (clubdebatesurbanos. org/p/publicaciones-propias. html), donde cerca de cien autores de todos los ámbitos profesionales han reflexionado sobre lo que acontece en la capital. Días después de la presentación los materiales ya estaban a disposición de todos en la Red. El debate está en papel, en la Red, pero también en la calle. Mucho de lo que ahí se expresa tiene que ver con esas realidades que muchas veces se silencian, pero que aún así, existen.

Junto a éstas hay otras menos evidentes pero quizás más peligrosas. Se presentan como aliadas, promotoras del conocimiento compartido; falsa imagen de cooperación y de trabajo colectivo. Bajo un paraguas de “buenrrollismo” se desarrollan propuestas que solo benefician a los que las ejecutan –con la correspondiente remuneración– y a los que las auspician –administraciones que recortan servicios básicos y/o que reprimen cualquier discrepancia–.
Poca o casi nada de gracia queda para los que habitan en el entorno más próximo. Hay que reconocer que en momentos como los actuales, sacar adelante las propuestas menos convencionales es altamente complicado y por lo tanto es muy difícil rechazar apoyos de cualquier signo, pero eso no puede ser una excusa para tergiversar modelos diferentes de gestión de los espacios públicos, enmarcándolos como procesos participativos que en realidad son inexistentes, antítesis de la horizontalidad que se pregona.


Es preferible reconocer los motivos –incluidos los económicos–, que llevan a desarrollar una actividad concreta que encuadrarla en un marco de participación ciudadana irreal. Muchas de estas iniciativas y propuestas absolutamente verticales y propagandísticas son la excusa para desarrollar diferentes proyectos de gentrificación en barrios y ciudades, que acarrean la expulsión de los vecinos de toda la vida, la exclusión del pequeño comercio de proximidad y con ello el abandono y olvido de la cultura de barrio, la historia y la memoria individual y colectiva del lugar.
Este año no puede ser un año de impasse. El clientelismo con el que nos han acostumbrado a convivir debe dar paso a la mayor transparencia, para acortar las diferencias tan insoportables que nos envuelven día a día. Es uno de los retos, pero ni mucho menos el único.

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