Con la música a otra parte
“Qué no pare la música” entonaban Entre Coche y Andén y Mr. Kilombo en el Festival Interpueblos de Leganés, declaración de intenciones ante lo que acontece con la música en vivo. Panorama poco halagüeño según manifestaron responsables de salas, festivales, asociaciones y músicos en el II Encuentro Cultural organizado por la Asociación de Gestores y Técnicos Culturales de Madrid (Agetec).
Los amantes de las estadísticas enfatizan el auge de los conciertos ante el derrumbe de la industria discográfica, la realidad no es tan idílica. Especulación musical, éxito fácil, arbitrariedad normativa y desprecio hacia los trabajadores culturales son parte del problema. El sector público municipal arruinó al sector privado de salas para el directo. Nadie podía competir con los caches abonados por los ayuntamientos con el objetivo de ser más que la localidad vecina. La realidad actual ha disminuido presupuestos actividades. Empresas que se aprovecharon de aquel proceder difícilmente pueden sobrevivir, realidad amplificada por la demora de los pagos por parte de las administraciones a las que las normas en vigor no afectan. Situación diferente cuando el deudor es una pequeña empresa, un trabajador autónomo o un emprendedor que no pueden acceder a concursos públicos por la situación originada por el retraso de los pagos institucionales, haciendo que solo puedan hacerlo las grandes corporaciones, cuyo único interés es el económico. Una manera de ahogar innovación y diversidad bases de las sociedades que buscan el progreso.
Las salas encuentran múltiples dificultades. Con la Ley Antitabaco los asistentes a los conciertos las abandonen inmediatamente al finalizar las actuaciones, cuando el consumo posterior es lo que las hace seguir en pie. Salen a la calle a echar un cigarro, lo que origina tertulias que el vecino guardián intenta acallar llamando a la autoridad. Algunas entregan vasos de plástico para acabar la consumición, facilitando el abandono del local llegada la hora de cierre para evitar sanciones. Acto de delicadeza realmente peligroso, por lo menos en Madrid. El ayuntamiento impone multas millonarias acusando de venta para la calle. Los que realmente lo hacen todas las madrugadas parecen tener inmunidad. Abastecen a menores y adultos sin problemas como ocurre en la mayoría de los estancos. Arbitrariedad normativa con fines recaudatorios. El Día de la Música ha sido un éxito. Los menores de dieciséis no han podido asistir. Los que tienen entre esa edad y dieciocho solo acompañados de sus padres. Anacronismo contra el sector de población que más música consume.
Algunos gobiernos municipales recientemente han decidido apoyar nuevos festivales aportando importantes cantidades sin apenas control. No se trata de ningún entusiasmo musical, más bien un comportamiento ambiguo que se empezó a desarrollar con el derrumbe de la burbuja inmobiliaria. Si el interés musical fuera real no se tendría a los teatros municipales de esos municipios sin presupuesto el resto del año. La SGAE por su parte invierte cerca de 250 millones en nuevos espacios. Algunos no se pueden utilizar, se les olvidó insonorizar correctamente, vaya despiste para alguien que decide amar tanto la música ¿Por qué no se utilizó ese dinero para reconvertir y apoyar a las salas ya existentes? ¿Qué esconde tanto desembolso? ¿La administración que hace ante ello? ¿Por qué sigue aparcada la Ley de la Música incluida en los dos programas electorales con los que Zapatero ganó las elecciones?
La música, los músicos y sus profesionales solo saldrán adelante por el esfuerzo propio. Obviemos a megalómanos de salón reyes de la especulación. Abandonemos nuestro individualismo. Aprovechemos la individualidad para un trabajo común fruto de la experiencia acumulada. Mostremos que la música es emoción, evitando su reducción a cuestiones exclusivamente crematísticas.
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