Mayo del 68; crítica y consecuencias de la vida cotidiana
1968 fue un año compulsivo. El Mayo Francés fue el movimiento más reconocido pero no el único. Tampoco eran comunes ni homogéneos los que de una manera u otra participaron e intervinieron en el mismo. Todo lo contrario. Divergencias y enfrentamientos eran la norma. Un movimiento que pilló casi de sorpresa a todos los agentes sociales, culturales y políticos que no entendieron, ni por supuesto intuyeron, lo que iba a ocurrir, con alguna excepción que confirmase la regla.
Cuarenta años después no se puede decir que analistas, políticos y pensadores hayan conseguido hacer un diagnóstico, más o menos real, objetivo, de aquel movimiento que cambió una buena parte del pensamiento de finales del siglo XX y principios del XXI, de manera especial en las grandes concentraciones urbanas y que en las últimas décadas no ha merecido apenas comentarios, juicios, ni debates desapasionados.
Eran tiempos de guerrilla en Latinoamérica, de castrismo y guevarismo, de revolución cultural maoísta, alabadas y divulgadas por la izquierda convencional sin planteamientos críticos. Turnos de las Panteras Negras americanos, movimientos autónomos y consejistas europeos, impulsados por la experiencia húngara de unos años antes (1956), de revueltas estudiantiles…, ignorados, no entendidos, por esa izquierda tradicional, a veces prehistórica, que no puede comprender ni respaldar movimientos que surjan al margen de ella. Tiempos de guerra, la de Vietnam, que generó un movimiento antiamericano pacifista en todo el mundo, de independencia y liberación africana, que generaron movimientos globales de solidaridad.
Nadie podía entender que una juventud que podía tener de casi todo, se lanzara a tomar las calles y poner en crisis, no solamente al gobierno, sino al Estado más fuerte de Europa en aquellos momentos que el pleno empleo era una realidad y el acceso a una educación de calidad estaba casi siempre garantizado. Que contaban entre sus profesores a Alain Touraine, Henri Lefebvre, Edgard Morin… La calificaron como “la revuelta de los niños de papá” y motivó una división histórica en la izquierda, y que la más tradicional y hegemónica hasta entonces, comenzará un declive continuo.
La crítica de la vida cotidiana fue la base ideológica, punto común entre estudiantes, trabajadores y agentes/militantes de la cultura no institucional. Las consignas en pintadas y fachadas nada tenían que ver con la acción política convencional. La ocupación de empresas, centros de trabajo, fábricas, edificios oficiales, tampoco eran la práctica de un movimiento sindical, liderado por estalinistas y cristianos. Exigían un cambio radical de sociedad, de organización del Estado, del papel totalitario de la economía globalizada, del asignado a individuos y colectivos en un mundo cada más uniforme y desigual, del que debe corresponder a organizaciones políticas y sociales. No fue ningún principio, fue la culminación de una realidad que se manifestaba en muchos territorios del planeta.
La izquierda convencional hipnotizada por el maoísmo (revolución cultural) y guevarismo (guerrillas a exportar) no podía visualizar, ni entender, algo que estaba surgiendo en muchos lugares, algunos muy cercanos. En 1960 aparecieron en Francia los blousons noirs. En 1964 en California (Berkeley) universitarios liderados por Mario Savio promueven el Free Speech Movement (Movimiento por la Libertad de Expresión), ocupando la sede universitaria, iniciativa que se extiende a otras universidades americanas y europeas. El black power (poder negro) empezaba a manifestarse también en EE UU, cuando al principio de la década cuatro estudiantes, negros, se sentaron en una cafetería universitaria de acceso exclusivo para blancos. Panteras Negras, Stokely Carmichael o Malcolm X se convierten en líderes naturales, pero es la figura de Martin Luther King la más reconocida, convirtiéndose en mito tras su asesinato el 4 de abril, también en el 68. Hippies, ecologismo, movimientos de libertad sexual, feminismo, empiezan a desarrollarse teórica y prácticamente. Acercamiento a religiones orientales, fascinación por la drogas, especialmente heroína y LSD, movilizaciones contra la guerra, ecologismo, el rechazo al autoritarismo familiar y profesional…, todo ello enmarcado mucho más allá de los habituales choques y protestas generacionales.
En Inglaterra rockers y mods comienzan a enfrentarse, no solamente por motivos musicales y estéticos. Los provos holandeses, conocidos por promover la legalización de la marihuana con iniciativas inusuales, evidenciaban las contradicciones y carencias de las estructuras sociales existentes. En Alemania se producen importantes disturbios como reacción al atentado sufrido por Rudi Dutschke; el líder estudiantil y de la izquierda socialista alemana fue tiroteado por el ultraderechista Josef Bachman, que viajó desde Munich a Berlín para cometer el atentado. Era un 11 de abril del 68 y se disponía a coger su motocicleta. A pesar de los tres impactos que recibió en la cabeza, consiguió sobrevivir. Eran tiempos complicados para la izquierda socialista. Socialdemócratas y demócratas cristianos se coaligaban y relegaban a la izquierda transformadora al extra parlamentarismo. El atentado movilizó a millones de estudiantes en todo el país, especialmente en Berlín, y una importante solidaridad internacional. Con anterioridad, en Turín se puso en marcha un movimiento que consigue parar y cerrar universidades de todo el país. En Japón, en 1967, se engendra un movimiento de huelgas y movilizaciones sin precedentes, incluida la toma del aeropuerto de la capital y también en otros lugares de todo el mundo. Todo se desarrolla al margen de la izquierda tradicional teniendo gran repercusión en el mundo estudiantil a nivel mundial, que se acercaba a nuevas propuestas ideológicas alejadas de las promovidas por la izquierda intelectual institucionalizada.
En la ciudad francesa de Estrasburgo los estudiantes hacen suyas las tesis situacionistas en el folleto titulado De la misère en milieu etudiant, que pone en evidencia todo el sistema educativo. Más de 300.000 ejemplares se distribuyen en las diferentes facultades francesas. Los estudiantes de Lyon siguen el ejemplo. Los de Nantes ocupan el rectorado y el Palacio de Justicia. Poco después, enero 68, en la Universidad de Nanterre unos pocos estudiantes seguidores de las Internacional Situacionista constituyen Enragés (rabiosos) como protesta por la presencia policial en las facultades, era el embrión de un movimiento que pondría a Francia en una crisis sin precedentes. Tras los “rabiosos” surgiría el Movimiento 22 de Marzo y luego el Comité de Ocupación. La mayoría de las acciones chocan con los dirigentes de la izquierda tradicional, incluso los que se encuadran en la llamada extrema izquierda. Buen número de militantes decide no seguir las consignas oficiales y colaboran a título individual con un movimiento que se constituye en asamblea permanente. Esta implicación individual alejada de las consignas oficiales es la manera de conseguir una acción efectiva, no burocratizada.
El 22 de marzo se enciende la mecha en la Universidad de Nanterre tras una protesta por la detención de un estudiante. El 2 de mayo la Universidad es cerrada. Al día siguiente el partido comunista (PCF) más importante de Europa Occidental, y también el más estalinista, en boca de su Secretario General, George Marchais, desprecia a los estudiantes en una editorial en L’Humanité manifestando que “había que desenmascarar a estos pseudos revolucionarios”. Arremete contra Daniel Cohn-Bendit, al que define como “judío alemán”. Igual ocurre con Marcuse que ya ha manifestado públicamente el fracaso de los partidos comunistas. El 3 de mayo la policía interviene en la Sorbona y los estudiantes se dirigen al Barrio Latino. La toma de calles, centros de trabajo, lugares públicos y privados une a trabajadores y estudiantes. Los primeros aspiran a la revolución, los segundos a transformar la sociedad del espectáculo. La autogestión es la forma de organización mediante asambleas permanentes. La desautorización de las élites políticas y sindicales. Las contradicciones del mundo de la cultura. El desconcierto intelectual. Los acuerdos entre el gaullismo y la izquierda convencional. Las elecciones posteriores… todo ello se ha difundido en múltiples publicaciones, documentales, artículos… cada uno relatado según los intereses de los implicados, muchos de ellos con un rigor más que discutible.
Aquel movimiento que despertó muchas esperanzas, supuso la gran derrota histórica de la izquierda transformadora europea, que apostó por lo establecido ante lo desconocido, siendo totalmente asimilada tras renunciar a nuevas formas de pensamiento político, de actuación y transformación. El líder histórico de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) francesa Alain Krivine, manifestaba que cuando “el capitalismo entra en crisis los partidos comunistas salen en su defensa” forma parte también de la vida cotidiana. Se primó el revisionismo ideológico permanente. La renuncia a la transformación radical de la sociedad, la desaparición del Pacto de Varsovia y la política de bloques depararon una realidad que muestra al capitalismo como único modelo posible y con ello al dominio mundial americano. La derrota también supuso un gran triunfo de ideas y libertades, muchas de ellas todavía difíciles de conseguir, pero que desde entonces han estado presentes en las agendas de la clase política gubernamental.
Aquel fracaso también aportó transformaciones en el mundo de la cultura. Muchas tesis y proclamas fueron recogidas y asumidas posteriormente por punkis y otros agentes y corrientes en los setenta. Con ellos una mutación total del arte y la creación influidos por aquellos que tenían ideas, pero no capacidad organizativa. Los que la tenían renunciaron a una transformación total a largo plazo por unos beneficios más inmediatos. La derrota ahogó en muchas heroínas la decepción, otros intentaron hacer progresar la socialdemocracia. Un movimiento de miles de seres anónimos, para nada fruto de la casualidad, sino de los deseos transformadores de una sociedad que creía en sí misma y que no pudo vencer a un estado que siempre sabe adaptarse para seguir perpetuándose.
El Mayo Francés forma parte de las derrotas históricas de la izquierda europea, como los asesinatos de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, la Revolución Española o la Primavera de Praga, pero esas derrotas abrieron puertas y ventanas de libertad por las que todos y todas hemos pasado o nos hemos asomado más de una vez.
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