Nos dejó Rey Caney, el último que nos quedaba de los fundadores de la Vieja Trova Santiaguera



En la calle Dolores esquina con Calzada de Lucero en La Habana se encontraba el Club Alibar, hoy reconvertido en un espacio para turistas, escaso reconocimiento para su legado artístico-musical. Era un espacio donde poder ver a la Orquesta Antillana de Moisés Alfonso, La Típica de Alfonsín Quintana o al Conjunto de Roberto Faz junto a vedettes y cancioneros como René Cabal, el Tenor de la Antillas compartiendo escenario con “la legítima estrella de la canción española” Pablito del Río entre otras figuras internacionales. Pases a diario a las 12,30 y 02,30 de la madrugada.

Era uno de los muchos clubs nocturnos habaneros, como el Palermo, entre Amistad y San Miguel, Las Vegas, Sierra Club, Rumba Palace, Habana 1900, Club Nacional, no confundir con el hotel, Pensylvania o Night and Day larga lista de lugares de encuentro donde disfrutar de la mejor música y compañía.

El club de Arroyo Naranjo se hizo muy popular ya que formaba parte de su elenco artístico Benny Moré, sin duda alguna el mayor artista que ha dado la isla. Pocos conocen que cuando El Bárbaro del Ritmo, como era apodado, tenía que ausentarse por giras y compromisos, fuera de la ciudad, era sustituido por el joven Reinaldo Hierrezuelo, conocido artísticamente como Rey Caney.


Era hermano de Lorenzo que compartió escena con  María Teresa Vera, la gran fémina de la música cubana. Juntos estuvieron en Los Compadres, Reynaldo sustituyó a Compay Segundo cuando este dejó el grupo, dando forma a un dúo muy reconocido por la manera de interpretar sones, guarachas y boleros lo que les permitió recorrer escenarios de medio mundo.


Su hermana Caridad también fue una gran guarachera. Tuve el honor de que participase en la presentación de mi primer libro en la añorada Sala Suristán en Madrid. Una noche mágica, llena de emociones y reencuentros de barrio, trabajo, estudios. Siempre recordaré a una compañera de la televisión, amante del indie incipiente, en lágrima viva mientras escuchaba “Quiero hablar contigo” la extraordinaria canción de Carlos Puebla nucna suficientemente divulgada.


Pero Reinaldo fue mucho más. Formó parte de una de las grandes bandas de la música latina de siempre, La Sonora Matancera. La banda de Matanzas fundada en 1924 tuvo entre sus cantantes a Bienvenido Granda, Leito Sureda, Roberto Planas, Roberto Torres o Celia Cruz, y también al mulato santiaguero.


Durante un tiempo compartió dirección artística de El Cuarteto Patria junto a su primo Pancho Cobas, que posteriormente dirigiría Eliades Ochoa, y nosotros realmente le conocimos formando parte de aquella banda irrepetible Vieja Trova Santiaguera de la que forma parte, además de con Cobas, con Reinaldo Creagh, Aristóteles Limonta y Amado Machado, todos ellos nos han dejado. En total seis disco imprescindibles editados Nubenegra, quien los dio vida y Virgin.


La última aportación de Reynaldo a la música, entre nosotros, fue “Enamorado de la vida”. Lo grabamos en La Habana, en los estudios de Pablo Milanés, en febrero de 1999. Un  total de catorce canciones que formaron parte de su vida, de su historia, de  Cuba, de la música. La mayoría de su propia autoría “Hay compadre para rato”, “El idioma del amor”, “Estoy enamorado de la vida” o “Ajo, cebolla y tomate” otras de personas a las que admiraba profundamente; Ernesto Lecuona “Noche azul”, Armando Dufflo “Rumba caliente” o Enrique González “El que usted conoce no soy yo” tuve el lujo de producirlo, de aprender y compartir días difíciles de olvidar. Grabación de día, postproducción compleja de noche.



Era un enamorado de la vida, de sus amigos, de la música, pero especialmente de de Migdalia, su compañera. Ayer nos dejó, pero su música y sus recuerdos siempre nos acompañaran.


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