La diversidad cultural como ecología

En un mundo monopolizado por el pensamiento único la cultura es la única que puede plantar cara al capitalismo industrial trasvestido, por el devenir de los acontecimientos de las últimas décadas, en capitalismo cultural fruto de la fusión del modelo de producción capitalista y la cultura.

Todos mostramos nuestra preocupación e inquietud, con toda la razón, ante el deterioro del medio ambiente. En la gestión cultural intentamos contribuir también a ello. Usamos materiales reciclables, apoyamos las energías renovables, buscamos la eficacia energética, separamos los residuos, participamos en marchas contra la energía nuclear, intentamos que todas nuestras actividades tenga el menor impacto medioambiental, consumismo productos alimenticios artesanales, conservas vegetales… incluso en nuestros festivales apoyamos el uso del transporte colectivo a través de la organización de viajes compartidos. Nosotros como trabajadores de la cultura somos conscientes de la importancia de defender la biodiversidad, está en juego la vida del planeta y por lo tanto la nuestra. Es uno de los pilares fundamentales en los que debemos trabajar y como ciudadanas y ciudadanos responsables estamos comprometidos en ello.

Si la defensa de la biodiversidad es imprescindible, también lo es la defensa de la diversidad cultural. La mayoría de la ciudadanía no es consciente de su importancia y trascendencia. Cuando se habla de cultura, casi siempre se habla de las industrias culturales. Se hacen muchos discursos, literatura, imágenes… comentando las excelencias del sector económico que más está creciendo en los últimos años a nivel planetario. Hay más música, cine, libros, canales de tv, medios de comunicación, parques temáticos, redes sociales… que nunca. Pero es la industria que más contamina. La que convierte los centros comerciales en los auténticos centros culturales de nuestro siglo a los que hay que ir, no por casualidad, por autopistas. La que argumenta la transformación de la riqueza culinaria en comida basura. La que aplaude y justifica el asesinato, sin juicio alguno, de delincuentes y terroristas. La que se conmueve por las heridas sufridas por el famoso de turno sin preocuparse del dolor causa por su imprudencia. La que promueve que la plaza pública solo tenga un fin comercial y turístico, impidiendo su sentido histórico como ágora ciudadana. La que intenta silenciar pensamientos como los de Ortega y Gasset que manifestaba “hay tantas realidades como puntos de vista”. Es la industria más destructiva y contaminante. Engaña, confunde, manipula, moldea conductas, secuestra ideas, pensamientos y emociones y con ello la libertad de creación y el trabajo procomún por el bien colectivo.

En Fabricantes de Ideas / La Fábrica de Ideas pensamos que la biodiversidad, la diversidad y la cooperación cultural son las mejores armas para trabajar por otro mundo posible. Hacerlo en común, es la única vía para lograrlo. Asentamos nuestro granito mostrando realidades habitualmente silenciadas. Ponemos cara y voz a los olvidados de América Latina, de África… Pusimos en marcha en festival Noches de Ramadán en el barrio madrileño de Lavapiés, dos años después de los atentados que costaron la vida a cerca de 200 personas. Lo hicimos a pocos metros de donde se planificó aquella matanza. No se podía criminalizar a todo un colectivo por culpa de una minoría criminal no representativa. Nos manifestamos con los amigos y amigas del 20 de Febrero de Marruecos y con los del 15 de Mayo en Madrid. Visitamos a los monjes de Birmania. Trajimos a artistas de Bosnia que pudieron sobrevivir en su país gracias a la cooperación española. Mostramos a una cantante de Mali, ciega, que toca un instrumento exclusivo de los hombres, la kora, divulgando que ser mujer e invidente no debe ser un obstáculo en ningún lugar del mundo para desarrollar las habilidades y mostrar las emociones. Buscamos a otra joven mauritana en una jaima y la dimos a conocer en Europa, siendo conscientes que con el sueldo recibido, ella y su familia podían vivir más de un año, sin tener la necesidad de plantearse la opción de emigrar. Nos emocionan los músicos veteranos que tuvieron que huir de las orillas del río Magdalena en Colombia por las atrocidades cometidas por guerrilla, paramilitares, ejército y gobierno, a los que nadie en el llamado primer mundo ha dado voz a pesar de contar con más medios que nunca para hacerlo. Intentamos mostrar que en Medellín hay jóvenes muy comprometidos, en la Comuna 13, contra la violencia y aunque alguno de ellos su compromiso le ha costado la vida, sus compañeros y compañeras siguen su ejemplo. Ayudamos a su difusión, a que se unan a jóvenes marroquíes y españoles que realizan actividades similares. Trabajamos contra la violencia que supone la emigración artística y cultural. Sabemos que Soria, Teruel y Huesca existen, como Eslovenia que como tuvo una guerra de apenas una semana, quizás por ello casi nadie sabe que formaba parte de la antigua Yugoslavia, siendo uno de los países más cultos del mundo. Esta es nuestra particular fábrica

Apostamos por las ideas, no por los números. Ocuparse del planeta es hacerlo también por el pensamiento libre, contra el secuestro de las mentes. Poner frenos a la homogenización, a la mercantilización de las relaciones humanas. Que la cultura, que no las industrias culturales, ayude a corregir la desigualdad creada por mercados y política. El desprecio que se ha tenido por ella, representada de manera plural por muchas asociaciones y colectivos de todo tipo (culturales, artesanales, vecinales, deportivos, no gubernamentales, religiosos, recreativos… ) ha originado el alejamiento y rechazo de nuestro actual modelo de representación política para un buen número de ciudadanas y ciudadanos. El último mes ha sido un clamor el grito de “No Nos Representan” que se ha extendido de Madrid a todo el continente.

La diversidad cultural es la mejor arma ecológica ya que ayuda a que todos podamos enriquecernos de las realidades particulares. Recicla ideas y mentes. Promueve el desarrollo autónomo. Muestra la riqueza cultural de las poblaciones en peligro. Denuncia la exclusión social y la de género. Incide en el consumo responsable para evitar el agotamiento de los recursos naturales. Plantea un progreso basado en valores y en personas. Promueve el diálogo para la resolución de conflictos.

Una manera de intervención política donde cada persona es protagonista de su particular mundo. Compartiéndolo contribuyen a atajar la homogenización y ayuda a la divulgación de todo tipo de ideas y pensamientos que permiten poner las bases para un mundo donde las personas, la cultura y el medio ambiente sean los verdaderos protagonistas.

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