Cándido Méndes lleva razón (II) por Vicenç Navarro. El poder de la Banca

La Banca es uno de los poderes fácticos que tiene mayor poder en España. Su influencia en el estado español y en las culturas económicas, políticas y mediáticas es enorme: configura el pensamiento convencional que promueven los establishments económicos, financieros y mediáticos del país. Y este poder ha sido una constante en nuestra historia. Ha sido responsable, en gran parte, del subdesarrollo económico y social de España.

Soy consciente de que esta afirmación causará sorpresa –como causaron sorpresa las críticas de Cándido Méndez- y que más de uno la considerará exagerada. Para los que así piensen, me permito remitirles a los datos, comenzando por la década de los años ochenta. Uno de los más llamativos para los que estudiamos la situación económica y financiera en los países de elevado desarrollo económico (y sus consecuencias en la calidad de vida de sus poblaciones) era el elevado precio del dinero que prestaba la Banca en España (uno de los más elevados en la Comunidad Europea) y la exuberancia de sus beneficios. Los beneficios netos (repito, netos) de la banca española fueron durante la década de los años ochenta casi tres veces superiores a la tasa de beneficios netos de la francesa, casi el doble de la alemana, más de cuatro veces la belga, casi el doble de la italiana, casi tres veces superior a la holandesa, y casi el doble de la británica (ver el capítulo “La economía política de la banca” en Navarro, V., Globalización Económica, poder político y estado del bienestar. Ariel Económica. 2000), también colgado en la sección de economía política en mi blog www.vnavarro.org). Tales beneficios no se debían a que la Banca española fuera más eficiene que la de aquellos países. Todo lo contrario, la eficiencia del sistema bancario no era particularmente notoria. Sus grandes beneficios se debían al enorme proteccionismo que el Estado Español les ofrecía, monopolizando el mercado de crédito, al cual el capital financiero extranjero tenía dificultad de acceso.

Consecuencia de esta situación de monopolio, el coste de pedir dinero a la banca por parte del empresariado español era el más elevado de Europa. El empresario de la manufactura en España tenía que pagar casi el doble que el empresario de la manufactura en EEUU, y más del doble que el empresario japonés. Ello fue un factor muy importante en la gran destrucción de empleo que tuvo lugar en los años ochenta, y el crecimiento del desempleo. Fue durante esta época que se inició el maridaje banca-sector inmobiliario de carácter claramente especulativo. El Financial Times (15.03.91) definió muy claramente lo que estaba ocurriendo en España. Fue durante esta época –dijo el Finantial Times- “que se vio un gran crecimiento en las inversiones financieras que en su mayor parte derivaron hacia actividades de tipo especulativo –principalmente hipotecario- en lugar del incremento del tejido productivo”. No se puede decir más claro. Lo único que faltaba añadir era que estas políticas bancarias fueron bendecidas y aprobadas por el Banco de España con el apoyo de los sucesivos gobiernos españoles. En realidad, muchos ministros de economía, secretarios generales y directores generales de tal Ministerio de Economía y Hacienda procedían de centros de estudios del Banco de España. Así fue como se estableció el complejo banca-sector inmobiliario-industria de la construcción, eje del crecimiento económico de la década de los años noventa y de principios de este siglo.

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