Ante la recesión económica: + cultura + red + sociedad civil (IV)
Es precisa más sociedad civil. Parte del fracaso de la actual situación viene motivado por haber dejado que prácticamente todo lo público, gobierno y economía, hayan actuado sin ningún contrapeso social. Cuando existe una red ciudadana significativa e independiente que incida en las decisiones públicas, se generará tranquilidad social que transmite sosiego contribuyendo a lograr la confianza en los gobiernos y en la economía. Para crear estas redes es imprescindible la cultura, y más en una sociedad tan globalizada como la actual.
En la esfera cultural más próxima y conocida parece cierto que las grandes industrias culturales que han nadado en la abundancia durante años, sin saber adaptarse a los cambios sociales y tecnológicos que se han producido, sufrirán como el resto de los sectores que se zambullían por encima de su realidad perdiendo protagonismo, incidencia y presencia económica, que suponen recortes presupuestarios y pérdida de empleo. La burbuja cultural, como la inmobiliaria, se desvanece.
En nuestro país la industria cultural es la sexta más productiva, supone casi el 8% del empleo total. Solamente la música representa un 5% de nuestro PIB, número similar a la del automóvil. Para esta última se piden ayudas impensables para el sector cultural que en la UE supone cerca de seis millones de puestos de trabajos. Los grandes grupos y empresas gestionadas como cualquier otro, sin tener presente las características singulares del sector, se desvanecen. Aventuras empresariales gestionadas por directivos ajenos al sector han ido desapareciendo una a una. Por el contrario, la mayoría de los trabajadores y trabajadoras culturales se agrupan en pequeñas empresas, asociaciones, como trabajadores autónomos, resistiendo mucho mejor la crisis porque sus integrantes tienen un poder de adaptación y elasticidad desconocido por los grandes dirigentes de la industria cultural, que nunca conocieron y a veces menospreciaron, a emprendedores y gestores culturales.
En la esfera cultural más próxima y conocida parece cierto que las grandes industrias culturales que han nadado en la abundancia durante años, sin saber adaptarse a los cambios sociales y tecnológicos que se han producido, sufrirán como el resto de los sectores que se zambullían por encima de su realidad perdiendo protagonismo, incidencia y presencia económica, que suponen recortes presupuestarios y pérdida de empleo. La burbuja cultural, como la inmobiliaria, se desvanece.
En nuestro país la industria cultural es la sexta más productiva, supone casi el 8% del empleo total. Solamente la música representa un 5% de nuestro PIB, número similar a la del automóvil. Para esta última se piden ayudas impensables para el sector cultural que en la UE supone cerca de seis millones de puestos de trabajos. Los grandes grupos y empresas gestionadas como cualquier otro, sin tener presente las características singulares del sector, se desvanecen. Aventuras empresariales gestionadas por directivos ajenos al sector han ido desapareciendo una a una. Por el contrario, la mayoría de los trabajadores y trabajadoras culturales se agrupan en pequeñas empresas, asociaciones, como trabajadores autónomos, resistiendo mucho mejor la crisis porque sus integrantes tienen un poder de adaptación y elasticidad desconocido por los grandes dirigentes de la industria cultural, que nunca conocieron y a veces menospreciaron, a emprendedores y gestores culturales.
Comentarios