La música no entiende de fronteras

Por fin, la lluvia y el frío de los días anteriores dejaron paso al diálogo intercultural entre ritmos, sonidos tradicionales y rock eléctrico. El río Gállego, El Balaitus, La Gran Facha y Los Infiernos vibraron junto al público concentrado que llenaba la carpa de Sallent, gracias a la maestría del argelino Djamel Laroussi que con una elegante banda interpretó con deleite y una esmerada técnica su repertorio habitual.

Un viaje transcontinental, atemporal, puente entre culturas. Un coctel magrebí mezclado con regusto latino, África negra, Caribe, gnawa, rap, rock, jazz y oriente son la base del combinado. Todo ello pensado para disfrutar de los sonidos eléctricos de la guitarra, zurda, de Djamel; el bajo de Tarik Gasmi; el teclado de Smail Benhouhou; la percusión latina de Aziz Beleonach, la batería del camerunés Denis Tchagsos y los sonidos ancestrales de karkabas, ajuj, bendir y darbuka que todos se intercambian y ejecutan.

También sorprendieron en algunos momentos danzando como manda la tradición (sin la iconografía típica que dejan los trajes regionales) contagiando a un público que de esta manera se sacudía el frío y simulaba bajo los influjos magrebís entrar en una especie de trance gnawa.

La trayectoria de Laroussi es intensa. Desde sus inicios con Cheb Mami, hace casi dos décadas, sus múltiples presentaciones individuales o como músico acompañante le han permito conocer y recorrer todo un mundo de músicas que visualiza en sus presentaciones en directo, y que en el concierto de Pirineos Sur mostró con maestría

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